San Juan y San Marcos
Francisco Javier Gómez Izquierdo
No sé si les pasa a ustedes, pero un servidor tiene la sensación de que la llegada del VAR ha empequeñecido en demasía la autoridad del árbitro y he empezado a sospechar que diluir responsabilidades entre un aparato y dos humanos da como resultado que al final la culpa es del aparato. Es decir, de nadie, como esos errores administrativos repartidos entre el ministro, secretario, vicesecretario, jefe de negociado y encargado de oficina a los que no ven punta los afectados y la pagan con el funcionario eficiente que selló y firmó el recibí de la queja o pretensión.
No sé si les pasa a ustedes, pero un servidor tiene la sensación de que la llegada del VAR ha empequeñecido en demasía la autoridad del árbitro y he empezado a sospechar que diluir responsabilidades entre un aparato y dos humanos da como resultado que al final la culpa es del aparato. Es decir, de nadie, como esos errores administrativos repartidos entre el ministro, secretario, vicesecretario, jefe de negociado y encargado de oficina a los que no ven punta los afectados y la pagan con el funcionario eficiente que selló y firmó el recibí de la queja o pretensión.
Antes del VAR todo cristo se quejaba de los árbitros. Los equipos chicos, los medianos y los grandes. Había clubes quejicas, vocingleros, llorones... sólo en la derrota, pero todos disfrazaban el descontento con el hipócrita “que no nos den pero que tampoco nos quiten”. Con el VAR continúa el malestar general, pero en vez de personalizar en los árbitros, la mayoría de las protestas se centran en el criterio del aparatejo y su conductor que a la postre es también un árbitro. Tanto antes como ahora, los que mas indignación muestran al mínimo contratiempo son el Madrid y el Barcelona que cuentan con unos altavoces que el resto no ha soñado nunca. Lo mas triste y descorazonador en los dos grandes es que sus futbolistas mas representativos den por buenos criterios extraños de colegiados confusos que sobre todo en España actúan cohibidos por el VAR y a los exijan sandeces con indecente chulería y sin ninguna consecuencia.
El otro día en el Barça-Getafe, ésas cámaras de ahora que todo lo ven y todo lo oyen, pescaron a Piqué riñendo –e intimidando- con su proverbial altanería al señor Cuadra Fernández: “...ya empezamos, ya empezamos” “..acuérdate del Madrid-Sevilla..” sin que el juez pusiera en su sitio al consentido defensa. El sábado tras el Levante-Madrid, Sergio Ramos explicó una teoría sobre la premeditación y por qué cree que el señor Hernández Hernández tiene manía al Real Madrid: “...le pregunté si tenía algún problema personal conmigo...”. Siguió con que si era así que lo arreglaban y tal y tal... Si es cierto que Sergio Ramos dijo tal cosa al señor Hernández Hernández durante el partido, no me explico y supongo no se explica nadie cómo continuó jugando.
Estas chiquilladas de niños mimados, con ser graves y desde siempre sancionables, no son tan inquietantes como ésa manía que se ha cogido con la interpretación de las manos en el área. Si en tu área, jurar y perjurar que son involuntarias y pegadas al cuerpo. Si en la contraria, mano y penalty, como un poner, ayer en Vallecas o antier en Sevilla contra el Alavés. Hace falta saber muy poco de fútbol –o disimularlo- para que el VAR y el árbitro principal entiendan como penalty lo que se pitó anoche contra el Huesca o lo que hubiera pitado Sergio Ramos en Valencia.
En el área hay agarrones, rodillazos, apoyos... que son penaltys, a veces escandalosos pero el VAR de España no parece querer meterse en ésos jardines. ¡Éso si! como haya una mano por muy involuntaria y pegada al cuerpo que esté y en el aparato vigile un pusilánime, tal que el de ayer de Vallecas, te cae la pena máxima ante los escandalizados ojos del aficionado del siglo XX.
Los jugadores Piqué y Sergio Ramos se creen evangelistas y resulta increíble la cantidad de adeptos que reclutan con sus palabras. Ésas que dan por supuesta la falta de intención en las acciones propias y siempre hacen punibles las ajenas. La queja arbitral de toda la vida pero con mucho mas cemento en la cara.