viernes, 1 de febrero de 2019

La camisa blanca de Bernard-Henri Levy



Hughes
Abc

Nos ha visitado Bernard-Henri Levy, filósofo francés, luz de cacúmenes y nuevo “patriota europeo”. Ha venido a salvarnos de nosotros mismos y de nuestros populismos con su camisa blanca.
La camisa blanca de Bernard-Henri Levy debería ser, de ahora en adelante, el uniforme del centrista y europeísta convencido.

Esa camisa es como la túnica del filósofo, pero además tiene algo mundano. Es, como dirían las madres, muy ponible.

Es la camisa cegadora y la camisa-concepto. Levy la lleva siempre y siempre parece recién comprada. No las gasta, las tira y cada aparición es una camisa. Una camisa heraclitiana, siempre la misma y siempre distinta. Lo más asombroso es que la lleva impoluta. Con lo fácil que es manchar esa prenda, no hay una sola foto en la que Levy lleve un lamparón. Esto es el chic aspiracional que le faltaba al centrismo español.

La derecha tiene su elegancia, también cierta izquierda exquisita, pero el centroliberal español andaba perdido, entre la sobriedad de Vargas Llosa y cierto estilo catalán desestructurado y no del todo conseguido. Faltaba algo para emular la elegancia de Suárez, pero también para representar como uniforme la racionalidad y la luz. Helas aquí (Grecia también aquí). Frente a los populismos “barriobajeros”, que dijo Garicano, este chic blanco es perfecto. Es una camisa que lo mismo es de pensador que de entrepreneur.

A algunos les sonará a la transitiva “camisa blanca de la esperanza” de Ana Belén, pero es otro blanco. Es un blanco luminoso, exclusivo, extraibérico, afrancesado, parisino, lacoste, ideal y almidonado. Además de la ilustración, ¡Levy nos ha traido el almidón! Camisa sorollesca, brillante, encopetada y pecholobo de filósofo de acción que en cualquier momento pide una intervención humanitaria o dos y que nos alerta del riesgo que da sentido a todo, que justifica todo: “Dentro de cada uno de nosotros habita el fascismo”.


Si usted se mira en los adentros también ve al fascista.

Ah, fascismo. Por eso esa camisa blanca no es camisa, ¡es casulla apostólica y superhumanitaria! “Apostolado liberal” decía hoy un periódico. ¿Chaleco amarillo? ¡Camisa blanca! Quizás ese blanco inspiró ya a González Pons (su biografía se titulaba así, “Camisa blanca”), convertido ahora en europeísta cerrado. Esa camisa no es camisa de coger taxis, decididamente, es camisa de Cabify y con mucho cuidado de no derramarse encima la botellita de agua.

Sólo un problema se le ve. Exige mucha prestancia. El liberal español que se la ponga tendrá que tener porte o acabará pareciendo un camarero y, por tanto, un populista.