miércoles, 7 de febrero de 2018

El recuerdo de Melquiades

 Martín Hidalgo, hijo de Melquiades
Objeto de deseo en calendario

Francisco Javier Gómez Izquierdo

      Se me escapa a cuenta de qué pone nuestro editor en Salmonetes... las andanzas que un servidor contara del gran Melquiades con el que en estos últimos diez años he podido estar, gracias sean dadas a Dios, todos los veranos, incluso en más de una ocasión. Creo que conté su visita a Córdoba con Cristina, su enamorada más duradera y de la que no piensa separarse, y alguna de las expediciones a los Peruses, las Polonias y las Oceanías donde es tratado como juez en la ciencia del esquileo. Por julio come con nosotros una o dos veces, dependiendo de sus obligaciones con los rebaños de Castilla, pero como suele coincidir mi subida a Burgos con la esquila de las ovejas de Jesús el Bigotes no tiene argumento de mejor peso que achacar mi llegada con un obligado cumplimiento que Jesús comprende.

     Melquíades sigue siendo el Melqui de siempre. Tan buen comedor como bebedor. El ribera le sienta bien y son ratos impagables los que solemos pasar de atardecida recordando peripecias. ¡Qué momento este mismo año cuando se arrancó junto al Gaitu con la guerra verdulera de aquella Trinca antaño graciosa y española! Melquiades no cambia, pero no aguanta como aguantaba y a veces hasta tiene sueño y se tumba a la bartola en el césped de la casa de Toño en Vivar, mientras el resto de la cuadrilla, todos con los hijos ya casi independientes, organiza el próximo viaje de abril, al que él no viene porque le pilla mal.

      Creo que he contado que su hijo primogénito, M de Martín, fue gran portero francés del noble deporte del balonmano. “Me ha salido ingeniero de telecomunicaciones y ahora anda en el Japón. Viaja más que yo”. Antes estuvo en los Estados Unidos y allí, además de trabajar en lo suyo, conquistó el anillo de campeón de balonmano en una división de la misma categoría que la NBA de baloncesto, ese deporte de quejicas y del no me toques. Ma de Margot, su segunda hija y modelo, dejó las pasarelas y en la tradición del padre cambia de ocupación conforme a sus necesidades mayormente  por tierras de Navarra.

      Repasando por encima los capítulos de “Las cosas de Melquíades” se me encoge el corazón al recordar a D por Dominique, madre de Martín Hidalgo y Margot, a la que la muerte la cogió sola y a traición en casa hace unos dos años. La encontraron pasados varios días como no es necesario explicar. ¿Y la encantadora Do, por Dousa, niña que tanto me quiso, hija de Dominique con Pi por Pierre? Esa plaga que asusta cuando los de las batas blancas la presenta con el apellido de tumor también se llevó a Dousa poco después que a su madre en la mejor edad. Llamé a Melqui y no supe qué decirle. Dousa andaba vistiendo las rotondas en Rumanía -era diseñadora de elementos exteriores. “...interiores no. Salones y comedores, no. Calles, rotondas, plazas...”- cuando se nos fue. 

Melquiades sufre como todo el mundo, pero nunca lo hemos visto buscar la compasión ajena. El dolor se lo traga a solas y evita temas de conversación que puedan hacerle daño tanto a él como a nosotros.

      Repito que no sé por qué aparecen hoy las aventuras de Melquiades en Salmonetes..., pero les aseguro que cualquier día es bueno para recordar a uno de los tipos más verdaderos y originales que haya dado la tierra de Castilla. Quizás el hombre con más mundo de las Españas. “¿Que qué es Europa, Javi? Europa es un revolcaero.”


 Melquiades y Cristina en Córdoba

En Salgüero de Juarros