sábado, 9 de septiembre de 2017

Soñadores



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

La primera película exhibida en la Casa Blanca fue “El nacimiento de una nación”, de Griffith.
Es como escribir la Historia con relámpagos –resumió el presidente Wilson.

Obama pretendió escribirla con decretos, forma antidemocrática por definición, pero que viene a ser lo mismo: primero es el relámpago y después viene el trueno. Por ejemplo, el limbo de los soñadores.
Con el limbo teológico acabó Benedicto XVI, pero, a cambio, con Obama floreció el limbo político: gentes con privilegios legales otorgados por un tipo al que alguien debió decir lo que algunos jefes tribales dijeron a los españoles que tomaban sus tierras en nombre del Rey: “Muy loco ha de estar ese Rey vuestro, si os da estas cosas que no son suyas”. Pero por algo dice Putin que es muy difícil entenderse con gente que confunde Austria con Australia (Obama sólo ha pedido perdón una vez en su vida, y fue a los vieneses… “por no hablar el austríaco”).
En el limbo de los soñadores Obama puso el relámpago, y el trueno le ha caído a Trump, que ha dado seis meses al Congreso para arreglarlo, procedimiento que a muchos les parece fascista, y a Clinton, “cruel”. En vez de hacerse el Trudeau, que invita por Twitter a los inmigrantes que luego la policía pone en el primer “bule” de vuelta, Trump se hace el Don Pedro el Cruel, que llama a sus maceros para acabar con el infeliz Don Fadrique, que es Obama.
Este Clinton es el silvano de la becaria, pero también el humanitarista de Eliancito, el niño balsero, que ahora, ay, ha sido visto de chulazo de Don Raulone en Venezuela.
Clinton se negó a recibir a las abuelas del niño, arrebatado a la familia por un comando de “seals”.

El sentido común dicta como única solución sensata el inmediato regreso de Elián a Cuba –opinaba el periódico global–. Los actores de la farsa ignoran deliberadamente el hecho incontrovertible de que la ley estadounidense está del lado del padre de Elián.
Si es Clinton, ley y orden. Si es Trump, fascismo.