miércoles, 20 de septiembre de 2017

Marcianos irrumpen en el “procesisme”



Hughes
Abc

Las detenciones y registros que se han producido hoy en Cataluña han activado unos efectos quizás imparables. Durante algunas horas pareció parte de la estrategia judicial del gobierno. Un paso más de la fiscalía. Era extraño porque nadie aparecía en Moncloa y en TVE no cambiaba nada de su programación. El nacionalismo se autodecretaba el estado de excepción y la suspensión de la autonomía. Fueron las propias palabras de Puigdemont. Las medidas judiciales estaban dentro de una causa abierta por el Juzgado número 13 de Barcelona por delitos de prevaricación, malversación y desobediencia y al parecer arrancan de aquellas declaraciones de Santi Vidal en las que desvelaba en una conferencia los planes secretos del independentismo para asombro de todos, sobre todo de los propios independentistas.

Tiene que ver con los datos fiscales y censales, manejados para el propio interés nacionalista. Esto no es nuevo. A finales del siglo XIX, el catalanismo se resistía al caciquismo elaborando su propio censo. Era la forma de garantizar la supervivencia en las elecciones locales. Obviamente, se trata de otro contexto.

Los medios internacionales daban la noticia -empequeñecida sólo por la tragedia de México- y las reacciones se disparaban: el Barça, hasta el Primavera Sound se posicionaban. La sociedad civil hacía el castellet. Miquel Iceta interpretó un convincente papel de político en su sitio, fiel a la última partícula de sentido. El sitio de Iceta durante mucho tiempo pareció tan equidistante y ambiguo que parecía un punto fuera el espacio. Eso ha cambiado. La capacidad para resistir en ese lugar inverosímil empieza a engrandecer el mismo lugar. Fue un ensayo general y él respondió: federalismo, y “defensamos” el diálogo, dijo graciosamente, pero siempre a partir de la ilegalidad de origen del 1-0.

Los de Podemos, como era de esperar, fueron en dirección contraria. Hablaron muy seriamente de la ilegitimidad del gobierno y convocaron actos de protesta. ¿Un nuevo 15M territorial? Doménech pidió “máxima transversalidad”, lo que tiene sentido porque el centro político allí está en las vacilaciones y los juegos de virtuosismo malabar de Ada Colau. (Yo he comprendido por fin viendo a Ada Colau huir y no huir del 1-O la especialización de los perroflautas en los malabares de los semáforos).

Desde el punto de vista nacionalista, lo sucedido tenía una especie de poesía interna. Las indiscreciones de Santi Vidal sobre papeletas, censos y datos fiscales, adquieren plena consecuencia justo nueve meses después, abortando el mismo proceso, y a la vez encendiéndolo. Es algo así: esto abortaría la votación (paralelamente, otras actuaciones instadas por el gobierno se hacían con las papeletas), pero a la vez la encendería. “Hoy comienza la independencia”, se cantaba y titulaba. Julia Otero, por poner un ejemplo que puedo recordar, tuiteaba el “error, inmenso error”. Pero no era Rajoy

La denuncia que iniciaba la causa fue una iniciativa del abogado Durán y de Abascal, de VOX. 

Hum… ¿los alt-right?

Un día antes, Borja Semper, del PP, discutía con una discrepante sobre la reciente película en la que participa. Al hacerlo, tuiteaba con desprecio eso de “los alt-right”. Alt-Right es la manera de llamar facha que tienen los fachas, a los que siempre les han dicho facha y ahora ellos se lo dicen a otros. “Extrema derecha” no queda bien en boca de alguien de derechas (Alt right es como far right, far-cha). Tiene entonces una belleza absoluta que hayan sido ellos los iniciadores. Los llamados Alt-Right. ¡La Alt Right haciéndole el trabajo, incluso el trabajo sucio, a Rajoy!

Los marginales han acabado dando un pistoletazo de salida a la historia. Han acelerado todo. La terquedad de esta gente, junto a la independencia de Ramírez Sunyer –de la que en principio no hay que dudar–, un juez extraño, ingeniero, enemigo del anarquismo, condecorado por los Mossos –dicen que encarcelador de un casteller–, y solitario como lo es todo funcionario probo y pobretón, ha sido lo que ha acabado defendiendo “el Estado de Derecho”. En la grandilocuente y poco convincente narrativa sorayesca de la legalidad realmente habrían intervenido ellos. Habrían hecho más por esa vía que el Gobierno por la suya, la vía de la proporcionalidad en el baile agarrado del “procesismo”. ¿Cómo responderá el tertulianismo del Centro excluyente?
Bien mirado, lo de esta mañana extrañaba porque tenía la escasa proporcionalidad general, digamos, de una actuación judicial independiente.

Acostumbrados unos y otros al proceso, esto ha tenido una virtud desencadenante. Sin querer, la actuación judicial libera efectos que parecen imparables. Es hermoso y parece una performance que Santi Vidal los activara. Su conferencia fue una maravilla de catalanidad porque activó un mecanismo de relojería, un tic-tac paralelo al tic tac gubernamental. Es un loco, decían, un loco. Su desliz abortaría el proceso y a la vez (victimismo activo, operante, mágico) lo encendería. Era el efecto que necesitaban. El chispazo. Pero el chispazo no iba a venir por el procés, interiorizado por Rajoy en la distancia medida de lo “proporcional”, sino por un chispazo distinto, de fuera. Ahí aparece la marginalidad ideológica, y la soledad funcionarial. El gobierno puede decir: fueron otros (los Alt-right, siempre los alt-rihht…)

Actores marginales han disparatado el “procesisme a dos”, ¡han jugado con las agujas del choque de trenes! La primera consecuencia de las palabras de Vidal fue su salida. Se podría haber salvado de todo de permanecer aforado, fue obligado a dimitir. El resto de consecuencias vienen ahora. Es curioso. Es un cómico fracaso, pero a la vez precipita lo esperado, lo que tanto se anhelaba. Es como si fracasando triunfaran. Ya pueden autodeclararse el Estado de Excepción, el autoritarismo está aquí. Como si la gasolina del victimismo nacionalista necesitara de este autosabotaje liberador y surrealista. En esta causa judicial hay una gran cantidad de bellezas convergentes, friquis expulsados del procés, naturalezas marcianas.