miércoles, 13 de septiembre de 2017

La estrella

La fiera de mi niña

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Los aficionados al psicoanálisis deben saber que la estrella de la estelada en la verbena catalana del 11 fue Otegui, el vasco que en la tarde / noche del día 3 de julio de 1979 intentó secuestrar a Gabriel Cisneros, redactor de la Constitución, en la madrileña calle de Lope de Rueda, 55.

El conflicto amoroso suele revelarse en forma de conflicto –dice el psiquiatra de “La fiera de mi niña”, película que según Howard Hawks, su director, tiene un gran fallo: no hay personas normales, todos están chiflados, y se necesita al menos un personaje cuerdo para tener éxito comercial.

Lo que Hawks veía en “La fiera de mi niña” es lo que uno ve en Cataluña, una historia de locos cuyo primer psiquiatra fue Ortega con aquella ortegada invertebrada (interiorizada por todo el mundo, desde José Antonio Primo de Rivera hasta Pedro Sánchez) según la cual el conflicto catalán se revela porque los españoles no aman lo bastante a los catalanes, dueños de una sentimentalidad única, que yo sólo he visto en el amor servil de Blasillo a su amo el Buitre Buitáker, huésped del monumento de Barcelona a Cristóbal Colón, que no tardará en perder su pedestal, una vez que en América los liberales de Obama han incluido al Almirante de la Mar Océana en su lista de proscritos Alt Right, acusado de populismo marinero (¡menuda marinería la suya, que diría Lassalle: blancos, gordos y sentados toda la noche viendo pasar pájaros con un mosquete en la mano!) y propagador de la “posverdá” cristiana, sin más contestación que la de Rodrigo de Triana, que se hizo musulmán cuando Colón se quedó con la recompensa prometida a quien gritara “¡Tierra a la vista!” Etcétera.

He vuelto a la entrevista del Caballero Audaz al doctor Esquerdo. ¿La locura más frecuente? El delirio de grandezas. (“Hablo todos los idiomas. ¿A que no me entendéis? Harasipui, harasipón, chiperitón, cua, cua… ¡Es el ruso, imbéciles!”)

Lector –concluye el Caballero–: es mucho más triste un manicomio que un cementerio.