Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Que pueden existir naciones sin Estado (la prueba, si bien se mira, sería la España de Mariano), dice la ideóloga de la derecha, Andrea Levy, que se hizo “revolucionaria” con “La casa de Bernarda Alba” de Lorca. Como Aznar con “El jardín de los frailes” de Azaña, como Pons con el “Defensor Pacis” de Marsilio de Padua o como Arenas con “El Príncipe” de Maquiavelo. Y es que la revolución es ese argentino que la derecha lleva dentro.
Bueno, Arenas es ese andaluz blando con las espigas y duro con las espuelas que llama a no caer en la provocación de aplicar la ley en Cataluña. “Todas las iglesias de España no valen la vida de un solo republicano”, dijo Azaña. “Todas las sediciones de Cataluña no valen la minuta de un solo abogado del Estado”, viene a decir Arenas, dándonos la pista del nuevo consenso español: el Consenso de las Naciones.
Las aportaciones del PSOE al consenso del 78 fueron el Sistema Proporcional (a cambio de su renuncia a la República) y las Autonomías, concebidas como colocación de la tropa de provincias.
El Sistema Proporcional, incompatible con la representación política, fomenta los separatismos, pero garantiza el mando a los partidos estatales… hasta que el Estado peta.
El Consenso de las Autonomías sirvió, con algunos mohínes de la derecha, para arreglar el fin de mes a toda la militancia partidocrática. El Consenso de las Naciones, otro invento sociata, servirá, con algunos mohínes de la derecha, para arreglar el fin de la historia a las tribus ricas que se niegan a compartir nada con las tribus pobres.
Una nación es una tribu (o varias) con conciencia de su unidad política, pero esto no lo sabe Levy, que hace suyo (y de la derecha) el consenso implícito en el ucase de Neymar (que suena a Weimar) según el cual el Barça del suizo Gamper es una nación que representa a Cataluña. España fue una nación que al dejar de reconocerse en su unidad política vuelve a ser tribu: 17, para ser exactos, 5 más que la Israel bíblica.