Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El “atropello” de Barcelona ha puesto España patas arriba. En Gijón, Levy, una de los dos ideólogos peperos (el otro es Lassalle), se ha marcado un Yeltsin en lo alto del tanque de pensamiento del partido:
–Nuestra grandeza radica en ser tolerantes, porque luchamos contra la intolerancia.
¿Y el futuro?
–¡La convergencia europea!
Estos “kikos” del 78 se entretienen en el desván de la abuela revolviendo baúles de “la democracia que con tanto trabajo nos dimos todos” (?) y han encontrado unos botines de tacón cubano que son los de “la convergencia europea”, una cosa por la que España vendió su alma al diablo, pero que todavía andamos esperando. Hughes, que es economista (hay que serlo, para escribir hoy de fútbol), echó el otro día las cuentas y resulta que, en pleno Reich de frau Merkel, “la convergencia europea” la tenemos como en el 75.
–Vigilamos –avisa Levy en la playa– para evitar esta radicalización frente al modelo de sociedad tolerante que queremos implantar.
El otro vigilante de la playa, a lo David Hasselhoff, es Lassalle, que no gusta de que voten los pobres (¡populismo caravanero!), y como son los más, advierte:
–La democracia o es republicana o es la tiranía de la mayoría.
Levy y Lassalle son los dos fareros del faro de Eddystone, en el canal inglés, que contaba Franklin. Inaccesible en invierno, recibían las provisiones en otoño; en primavera, un barco fue a visitarlos, pero en la puerta sólo había un farero: “¿Qué tal?” Muy bien. “¿Y tu compañero?” No lo sé. “¿No está aquí?” No podría decirlo. No lo he visto desde el otoño. “¿Lo has matado?” Yo no, desde luego.
Iban a prenderlo, pero él les pidió que subieran, y al hacerlo descubrieron al otro farero.
–Habían disputado poco después de haber sido dejados allí, se habían dividido, asignado las tareas de arriba a uno y las de abajo al otro, y no habían vuelto a verse o hablarse desde entonces.
La derecha española se ha hecho un pareo con el taparrabos de Rousseau.