lunes, 21 de marzo de 2016

La visita de Obama a Cuba, entre el hito histórico y el horror de la historia



Orlando Luis Pardo Lazo

“Hito histórico”: así llaman los estadounidenses a la visita del presidente Obama a la Cuba de Fidel y Raúl Castro. Que es la Cuba sin presidentes legítimos desde hace 64 años. Y es también la de la casta de los hijos, cuñados, sobrinos y nietos de apellido Castro. Todos ya visibles en los selfies del neocastrismo, y ostentando posiciones claves del aparato corporativo-militar del Estado, de cara a la sucesión dinástica anunciada para el 2018.

La subcultura del espectáculo de los estadounidenses los obliga a inventarse “hitos históricos” en cada titular. Se aburren, al punto de hacer catarsis con el encuentro surrealista de un afronorteamericano electo democráticamente y un general octogenario con las manos manchadas de sangre.

La Casa Blanca ha sido especialista en apoyar a los más cruentos caudillos latinoamericanos: Batista, Trujillo, Ríos Montt, Somoza, Stroessner, Pinochet, y un escalofriante etcétera que culmina con el clan Castro. La “novelística del dictador” en nuestro hemisferio está en deuda con los poderosos de Washington, quienes aplauden y abandonan a los sátrapas de su traspatio según las ganancias en juego.

Pero no seamos injustos con el Obamato: la Castrocracia cubana igual ha sido bendecida por el récord de tres Papas católicos y uno ortodoxo, por el santoral populista de nuestra región, por la academia norteamericana con su Complejo de Edipo revolucionario, y por los gobiernos europeos presionados por una intelectualidad de izquierdas y un empresariado de derechas.

El buenazo de Obama llega de último al parque temático de una Revolución sobreviviente en la Era Mercadozoica global. Para eximirlo de un mea-culpa, llega aupado por la miseria de los millonarios del exilio cubano, desesperados por repartirse las ruinas de la Isla, mientras algunos incluso sueñan con su propia candidatura parlamentaria o presidencial, toda vez de vuelta en la patria, tan pronto como la Raúlpolitik se declare en retirada seudo-democrática.

La utopía proletaria devino, pues, capitalismo de Estado. Con la plusvalía de un Partido Comunista que, según la Constitución, es el único legal en Cuba, cuyo sistema social es de carácter “irrevocable” a perpetuidad. Ni por las urnas, ni por las armas.

Por esto el castrismo tuvo que asesinar el 22 de julio de 2012 a Oswaldo Payá, el opositor cubano con mayor autoridad moral y base popular, y el primero en ganar el Premio Sájarov para la Libertad de Conciencia del Parlamento Europeo, por su iniciativa ciudadana Proyecto Varela, una auténtica alternativa para la transición a la democracia, al contrario de las reformas raulistas, que confieren privilegios y concesiones desde un poder inconsulto, pero que no restauran ninguno de los derechos secuestrados al pueblo cubano.

Ansioso Obama por justificar su apriorístico Nóbel de la Paz, y desmoralizada Europa entre inmigrantes y radicalismos, la Seguridad del Estado cubana puso la mano de obra barata para hacer el trabajo sucio, pues los verdugos de verde olivo sabían que semejante ejecución extrajudicial contaría con la pasiva complacencia y la no tan pasiva complicidad del mundo libre.

Por eso Rosa María Payá, la joven hija del mártir, quien hoy lidera la campaña mundial CubaDecide para la realización de un plebiscito en la Isla, fue coaccionada por el vocero de John Kerry en pleno Departamento de Estado el 20 de julio de 2015, para que no pudiera hacerle ni una pregunta al Canciller cubano presente allí, tras inaugurar la embajada cubana en Washington.

Veremos ahora si Barack Obama, quien se reunirá con una decena de disidentes en Cuba, tiene suficiente soberanía para mirar de frente a Rosa María Payá y mencionar en público el nombre de su padre Oswaldo Payá, honrando la memoria de este cubano que pertenecía al futuro. De no atreverse, la visita del presidente norteamericano a Cuba podrá ser un “hito histórico”, sí, pero de un pasado de horror.