Póster guardado como oro en paño editado por La Gaceta del Norte en los 70
El Primer Don Balón Extra
¡Y EL AUTÓGRAFO!
El templo de Cruyff fotografiado hace cinco días por mi chico
Francisco Javier Gómez Izquierdo
El chico ha salido viajero. Estuvo unos días por las tierras de Holanda y otros más por las de Italia. Le esperábamos ayer noche, con los nervios de la madre disparatados, para acercarnos a los Montes de Toledo, pero dice que mañana. Que hoy tiene que ver al Esparraguero, el otro Cristo de su colegio trinitario. El primero es el “Rescatao”.
Son las cuatro y el chico ya se ha ido para coger sitio y verlo salir con ese sentimiento adoptivo que tienen los andaluces -el chico es hijo de castellanos, pero andaluz de nación- para su Cristo ó su Virgen. Piden la protección del Gitano, del de Ánimas o las Angustias, y salvo fuerza muy mayor no les fallan en su día de la Semana Santa. Llevan su estampita en la cartera a la que besan cuando lo creen necesario sin perjuicio de considerarse ateos y pedir gobiernos contra Dios.
Mientras comemos me entero de que ha muerto Johan Cruyff y confieso que me ha pasado como un sombrajo de tristeza por el corazón, que es el que les debe pasar a estos hermanos cofrades y devotos cuando la lluvia les impide sacar sus imágenes sagradas.
Cuando Cruyff llegó al Barcelona, el Gaitu y un servidor, que leíamos todo lo que se publicaba de fútbol, ya contábamos maravillas en Gamonal del fútbol total del Ajax. Lo contábamos dándonoslas de entendidos, y los amigos nos creían porque teníamos controlados a todos los futbolistas del equipo holandés. Todos juegan de todo, decíamos, porque así lo veíamos escrito, pero en las finales de Copa de Europa pensábamos que Krol y el barbudo Hulshoff eran defensas y no delanteros.
El futbolista total era Cruyff y Holanda el mejor equipo del mundo porque a la invencible plantilla del Ajax se sumaba Rensenbrink, un zurdo incomparable que jugaba en el Anderletch belga. El Mundial de Alemania en el 74 empezó a ganarlo Holanda a los dos minutos con gol de penalty de Neeskens, pero Cruyff que mandaba más que Rinus Michels, bajó a defender la ventaja y pasó lo que pasó. Fue la primera vez que nos defraudó el ídolo.
Cruyff vino al Barça con el Burgos en Primera y nosotros adolescentes. Al lado de mi casa donde acababa por entonces Gamonal había un hotel aristocrático con jardines miniversallescos, hotel El Cid, donde solían parar los equipos buenos y donde nos acercábamos con el primer número especial de Don Balón que salió precisamente ese año. Muchos futbolistas ni conocían la revista y se entretenían con ella buscándose barriguita en las fotos. Cruyff nos daba mucho respeto, pues era incontestable que tenía un aura. Andaba, miraba, reía y fumaba como si fuera un ser superior. No porque él lo dijera, sino porque nos lo parecía. Nos atendió con una educación extraña que nos pareció mejor que por ejemplo la de Rexach, al que le estaban liando con Bárbara Rey, y me firmó en el cuadro grande donde salía él sólo. Lo achacamos entonces a que en Holanda nos llevaban años de adelanto.
¡Cómo jugaba Cruyff! Para un servidor, el jugador más inteligente que haya visto jamás. Arrancaba y frenaba con movimientos tan elegantes que a veces uno echaba en falta música sinfónica que acompañara tanta belleza. Hay quien dice que Cruyff marcó nuestra adolescencia y nos mudó las inclinaciones. Puede que sea cierto. Reconozco que Cruyff ha tenido sus cosas. Tanto de jugador como de entrenador. Pero no me negarán que era un espíritu libre al que le importaba una higa lo que se dijera de él y que siempre ha transmitido una autoridad incuestionable, como si fuera un San Agustín del fútbol.
Me ha impactado su muerte y la maldita verdad que resulta va a llevar el dicho castellano sobre las calamidades de las pascuas marzales. Aquí van estas letras al vuelo y a la carrera, con un mito con el que me siento obligado a tener un sentido recuerdo antes de irme de procesiones.
Descanse en paz, maestro.