lunes, 28 de marzo de 2016

El "Erasmus" del fútbol



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Cruyff es el “Erasmus” del fútbol.

    A Erasmo nos lo traía a colación el otro día, con motivo de la cafrada de Bruselas, Íker Izquierdo, un español residente en Taiwán (para tener hoy un punto de vista de Europa hay que irse por lo menos hasta Taiwán), desde donde contempla la ideología (nematología) inculcada a los europeos para acompañar la unión financiera y aduanera. Ideología que procede de Erasmo (el “Erasmus” de la Generación Mejor Preparada de la Historia).

    –Erasmo criticaba la guerra contra el turco y afirmaba que si los musulmanes conquistaban Europa no debíamos resistirnos, pues acaso nos lo teníamos merecido por nuestros muchos pecados ante Dios.
    
Cruyff, que concebía el fútbol como un juego (¡oh, el “homo ludens” de su paisano Huizinga, otro Johan!) de gato y ratón, odiaba defenderse tanto como Erasmo.

    –¿Cuál es la cualidad de Manolo? ¿El regate? Pues no le pongo marcador y con eso Manolo queda inutilizado –fue una vez su plan para neutralizar a Manolo Sánchez Delgado, la estrella del Atlético.
    
Cruyff fue el gran error (desecharlo cuando ya lo tenía fichado) de Bernabéu, no por lo que hubiera aportado al Madrid, sino por lo que no habría aportado al Barcelona.

    Bernabéu no veía a Cruyff en la cultura del Madrid. Al Madrid lo hizo ganador Di Stéfano, que era voluntad. Al Barcelona lo haría ganador Cruyff, que era ingenio, cultura de “botiger”, regateo, tuya-mía, tiquitaca, la socialdemocracia del balón.

    El tiquitaca, ciertamente, no lo inventa Cruyff. Otro amigo madrileño, también residente (profesor) en Taiwán, recuerda haber pasado su infancia haciendo pellas escolares para ir a ver los entrenamientos de Marcel Domingo en el Atleti (de él lo copió Luis Aragonés), que consistían en el típico rondo tiquitaquero, impracticable en la competición, porque venían los defensas y te lo estropeaban como los niños gordos estropean los castillos de arena a los niños flacos en la playa.
    
¿Que al fútbol moderno (tiquitaca) le estorban los defensas? Se quitan. Lo mismo que al toreo moderno le estorban los cuernos, y se afeitan.

    De jugador, Cruyff llegó al Bernabéu y calló al estadio. Al año siguiente le pusieron encima a Camacho y anduvo menos que un bote a patadas. Había nacido otra estrella, Camacho, campeón, con el tiempo, de lanzamiento de huesos de aceituna en Cieza. Cuando Mourinho (por cierto, el entrenador con el récord de goles en la Liga española) tiró de Pepe para marcar a Messi, la socialdemocracia europea (políticos, periodistas, obispos, árbitros, moralistas, piperos) emitió una “fatwa” contra el entrenador portugués de la que aún no se ha repuesto.

    Cruyff tuvo de su parte a la literatura, es decir, a la propaganda. No le gustaban los defensas y se los quitaron al grito de "¡Qué bien juegan los equipos de Paco Jémez!". (Aunque, puntualmente, en cada visita al Bernabéu, Cruyff los volvía a poner, por el respeto que le imponía el escenario.)

El cruyffismo, pues, es una mezcla de ingenio y olfato de  tendero (Cruyff salió de una frutería en Amsterdam) para manejar la ley de la oferta y la demanda en el mercado europeo de las mentalidades. Como los Rothschild, que salieron de una taberna en Londres.

    El poscruyffismo sería Guardiola, que vendría a ser como el San Pablo del cruyffismo. ¡Del paulismo al pepismo! Pero al pepismo le quitas a Messi y del “ismo” te queda lo mismo que de los Quintero, al decir de Valle-Inclán, si fueran traducidos al castellano, detalle en que no cayeron los alemanes del Bayern, que se quedaron en Munich del 74.



TURBIOS Y CONTENTOS

    Cuando Camilo José Cela recibió el Premio Nobel de Literatura, la reina de Suecia preguntó al escritor cómo se encontraba, a lo que Cela respondió con uno de sus dicharachos de ogro gallego: “Jodido, pero contento”. Como Cela, Nacho, defensa del Madrid, que ha declarado que con Benítez “todo estaba turbio y nadie estaba contento”. En línea con lo declarado por el capitán al término del partido en el que perdieron la Liga ("lo importante es que los jugadores estamos contentos con Zidane”), Nacho da por trazadas dos líneas de pensamiento que amenizarán nuestros domingos hasta el fin de temporada: la felicidad de los futbolistas blancos y la “turbiedad shakesperiana” de Benítez, cuya figura, a este paso, alcanzará en nuestra imaginación proporciones míticas.