Un año después
José Ramón Márquez
Lo suyo es evocar aquí como principio la machada que en tal festividad como hoy, hace un año, se marcó Iván Fandiño en Las Ventas, con esa Plaza llena hasta la bandera para ver a un tío frente a seis pavos. La ilusión que ese cartel fue capaz de desatar entra en los grandes momentos vividos alrededor de la tauromaquia. Luego Dios dispuso y la cosa salió como salió, peor para nosotros, pero la hombría del envite queda ahí para que se la relatemos a los nietos. En aquella apuesta desmesurada Fandiño se jugaba la vida: las secuelas del desastre le persiguieron toda la temporada y, por lo visto hasta ahora, permanecen los efectos secundarios de la misma a día de hoy.
A diferencia del reventón del año anterior, la Plaza registró una media entrada, que se corresponde con un lleno en La Maestranza sevillana o en la madrileña Plaza Vieja de la Carretera de Aragón.
Para este Domingo de Resurrección madrileño se planteó un mano a mano entre Morenito de Aranda e Iván Fandiño, cuyo fin, imaginamos, sería el de abaratar el coste del cartel. Un mano a mano que coloque frente a frente a dos toreros en sazón, o donde se midan dos estilos, o en el que se sustancie una rivalidad entre dos coletudos siempre ha tenido su razón de ser y ha servido para polarizar a los aficionados y alimentar las competencias, desde El Tato y El Gordo hasta Jumillano y Pedrés. No es eso lo mismo que montar un mano a mano con dos toreros que pasaban por allí con el fin de no tener que abonar los honorarios a un tercero, porque la verdad es que por ningún lado se veía hoy la explicación al mano a mano de este Domingo, como no fuera el logro de la razón social Choperon’s Father & Son, que llevan ya ni sé el tiempo regentando los destinos empresariales de la antes llamada Primera Plaza del Mundo, hoy transformada en Primera Plaza de Pueblo del Mundo. El elemento toro hoy se lo compraron a la razón social LOGARMA S.L. que, con divisa verde, morada y blanca, lidia sus productos unas veces con el nombre de Martín Lorca y otras con el de Escribano Martín. Para no defraudar a nadie echaron cuatro de los primeros y dos de los segundos y, además, tuvo que salir por causa de fuerza mayor un sobrero de encaste cucarachero de José Luis Pereda. Nadie puede decir honestamente que el ganado, tras veinticinco años en las manos de LOGARMA S.L., tenga nada que se parezca a sus supuestos orígenes genealógicos. Nadie duda que se compraran los juampedreos que dicen, pero lo evidente es que esto no tiene nada que ver con aquello de donde partió, ni por tipo, ni por aspecto, ni por comportamiento. Digamos que igual que del tronco fecundo de Vistahermosa se derivaron tantas y tan diferentes vacadas, ahora ya está pasando lo mismo con el tronco Juampedritis, que los toros de él derivados van saliendo de su padre y de su madre, y a las pruebas me remito, vistas las dos tardes que llevamos en Madrid en lo que va de temporada. Los LOGARMA S.L. nos echaron un encierro de toros grandes, con buenas arboladuras, serios, tirando a blandos y con comportamientos dispares. Los más interesantes le tocaron a Morenito de Aranda: el primero, Tiento, número 46, que se orientó bastante tras atropellar a Fandiño en un quite, y el tercero, Quisquillo, número 5, que fue el más completo de los jugados en esta tarde, con un bonito tranco largo y con bastante que torear.
Llama la atención lo predispuesta que venía una buena parte de la afición a favor de Morenito de Aranda. Aunque hubo alguno que no andaba muy orientado y venía a ver a Morenito de Arganda:
-Este chico es de Arganda, verdá usté.
-No señor. De Aranda. Aranda de Duero. Donde los Hermanos Pascual, los de la leche.
-¡Ah! ¿No es de Arganda?
-Ya le digo que no...
Desde los primeros lances de Morenito a su primero el respetable rugió. Hasta que nos dimos cuenta de que venían por él, pensábamos que nos estábamos perdiendo algo, pero luego ya entendimos que esas sombras que proyectaba Morenito eran tomadas por muchos como la realidad del toreo. El toro había atropellado y zarandeado a Fandiño en un quite por gaoneras y el peonaje le había tomado unas prevenciones morrocotudas, con lo cual el bicho se fue haciendo el matón de discoteca, ahora te miro, ahora me echo a por ti, ahora no hago ni caso al capote, ahora te acoso y te meto el susto en el cuerpo... cosas que también se agradecen, porque sacan al aficionado del tedioso discurrir de la lidia de tantas veces. Con el toro hecho el amo se fue Morenito a por él, más bien desconfiadillo, y comenzó su trasteo tomando comprensibles ventajas, pues nadie sabía cómo iba a tomarse el bicho lo de la muleta. Y el caso es que no se lo tomó a mal porque el animal sacó nobleza y poca inteligencia y con esos mimbres Morenito tejió algún muletazo por aquí y algún otro por allá para satisfacción de los morenistas: magra cosecha para quien el año pasado toreó 18 corridas. Si a sus seguidores les sirven, a mi me vale. Luego se puso pesado, plúmbeo, y hasta le tocaron un aviso. Mató a la última y mientras el diestro gritaba a los suyos “Dejadlo, está muerto”, el toro se pegó una carrera desde el 9 hasta chiqueros como si le hubiesen dado la libertad condicional.
Su segundo era otra cosa. El toro demandaba frente a él a un torero con redaños, inteligencia y poder, y para nuestra desdicha Morenito no estaba dispuesto a poner ninguna de esas tres cosas sobre la arena de Las Ventas. El toro pedía la distancia larga y Moreno quería las cercanías; el toro demandaba una muleta que le pudiese y Moreno ponía ese trapo que acompaña embestidas, con lo que todos los remates de los pases le salían enganchados, con la cara del toro alta y sin gobernar. Podemos decir, resumiendo, que el toro se le fue sin torear y que Morenito de Aranda dejó ir una ocasión espléndida para dar un aldabonazo en Madrid frente a un toro de los que dan importancia a lo que se les haga. El quinto no tenía nada del primero y nada del tercero, un toro pelmazo, pero Morenito, habiendo tenido las dos oportunidades que dejó ir, no iba a romper la pana precisamente con el marmolillo.
Fandiño no contó con el apoyo en los tendidos que animó al de Aranda. Podemos decir que su tarde era una doble cuesta arriba: contra el ambiente y contra sí mismo. Bien es verdad que su primero, un toro con cuajo, no le regaló las embestidas y acabó en plan marmolillo, pero también que se vio al torero desdibujado y como ido, imposible porfía. Su segundo, un flan, estuvo más tiempo tirándose en plancha al suelo que de pie con la más mínima dignidad. El usía mantuvo el toro en el ruedo, acaso fijándose en la claridad de su embestida tontorrona y pensando que Fandiño lo mantendría erguido durante el trasteo, pero el animal no cesó de desplomarse, con lo que la situación tenía poca solución. Se increpó a Fandiño para que pusiese fin de manera rápida a la vida del castaño, que fue elevado a las manos del Creador de estocada baja. Cuando el sexto empezó a renquear y a caerse ya se sabía que su fin tendría lugar a manos del eficaz puntillero don Ángel Zaragoza. El pañuelo verde envió a Consentido, número 60, a las manos de don Ángel y en seguida don Manuel Pérez, torilero vestido de barquillero, franqueó el paso a Desmamado, número 112, de Pereda, el de La Dehesilla. Era este “toro” una especie de cucaracha como la que pintó Barceló para los Maestrantes, negro, sin remate, tonto, anovillado y canijo. Ahí hizo Fandiño su esfuerzo, tratando de poner en marcha una faena que nunca tomó cuerpo en la que hubo acaso algún retazo de toreo de cierto mando, especialmente algún muletazo sobre la derecha, y que se vino abajo con la zurda. Imagen decadente de Fandiño al que parece que no le salió nada a derechas en esta tarde, que hubo de recurrir a las bernardas para mover un poco a las gentes y que se arrojó literalmente a la cuna para acreditar su necesidad de un triunfo que fue pedido con muy poca fuerza y que el Presidente, con buen juicio, no concedió.
La foto de la tarde
Sol y sombra
Al quite
La espera
La obligación
Las autoridades
Despedidas
Cambio de hora