viernes, 5 de febrero de 2016

Calvo Sotelo



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El Ayuntamiento comunista de Madrid ha desencadenado en los camposantos la operación “Manos arriba”, un “remake” de “The Body Snatcher”, de Robert Wise, con Carmena de Boris Karloff, y de Bela Lugosi, que era el guapo, su Sobrinazo.

Con los que tienen a mano en casa, van a buscar franquistas, para “pasearlos” en vestigio, a los cementerios privados: llega la furgoneta municipal, se apean dos guripas, irrumpen en la parroquia sin orden judicial (y sin gritar, esta vez, “¡arderéis como en el 36!”) y se llevan la placa de ocho veinteañeros, seminaristas del Carmelo, apiolados hace setenta años por las brigadas del amanecer, y luego que por qué perdieron su guerra. ¿Qué querían estos profanadores del pan “pringao”? ¿Llevarse la placa a la Complutense, para poner nombre a los muertos de aquella morgue?
La fijación miliciana con las momias religiosas que la explique, si puede, el doctor Freud de Viena, pero el caso es que estos comunistas de oso y madroño (a quienes debemos las “libertaes”, dice el periódico global) tienen algo de zombis japoneses que en la selva ignoran la rendición. Son niños de la guerra (El Chaparro, El Cojo de los Molletes, El Vinagre o El Ojo de Perdiz fueron los “Hanna Barbera” de la infancia de su líder, Pablemos) tratando de escenificar con un cambiazo de placas que en el guerracivilismo español trae más cuenta matar para la izquierda que morir por la derecha, y ahí está José Calvo Sotelo, jefe de la oposición, sentenciado en el Parlamento por la gorgona de Somorrostro, sacado de la cama de madrugada, asesinado y arrojado a una campa por la escolta policial de Prieto, hoy con estatua estilo “realismo socialista” en la Castellana, donde Carmena trata de limpiar, “por franquistas”, los vestigios del crimen. Frotando, como la renca Jewell en el “Gem Theater” de Deadwood, tienen a la hermanastra de Fidelito Castro. No era la más espabilada de la clase, pero a saber que Calvo Sotelo precedió a Franco sí llega.