viernes, 19 de febrero de 2016

2016. La Capital Cultural

 Puente romano de Córdoba
Obsérvense las farolas del IKEA y las rectilíneas losas rosas

Contenedor cultural para 2016
Hoy, horroroso cacharro


Francisco Javier Gómez Izquierdo

     Hace ya más de un quinquenio, y parece que fue ayer, a un servidor le pinchaban los cordobeses por burgalés y en Burgos por cordobés. Disputaban las dos ciudades por ser las más cultas no sólo de España, sino de Europa, y recuerdo el convencimiento que había en las dos de que el título se quedaba entre las columnas de la Mezquita o pinchado en las agujas de la catedral. Burgos y Córdoba ninguneaban al resto de ciudades candidatas y reconozco que en aquel pretencioso pugilato tuve que sopesar evidencias para inclinarme por Burgos, donde teníamos el Camino de Santiago, Atapuerca y el Museo de la Evolución Humana, al que don Ignacio conoce como Museo del Mono. Luego, ya saben, se llevó el gato al agua San Sebastián, por, como más o menos resumió el jurado, no matar.
     
En la alcaldía de Córdoba, allá por 2010, mandaban los comunistas, como hoy y como casi siempre desde que soy vecino, y los tres principales argumentos de doña Rosa Joaquina Aguilar y su sustituto Andrés Ocaña, cuando aquélla abandonó el Ayuntamiento para echarse en brazos del socialismo juntero, me parecieron ideados por  enemigos de cualquier disciplina artística y que ahora tanto proliferan en esos consistorios que denominan progresista a su asquerosa modernez.

    La primera maravilla que presentó doña Rosa tenía nombre de Palacio y encargó el proyecto a uno de esos arquitectos prohibidos para pobres. Al holandés Rem Koolhaas, que como el gran capitán entre pitos y flautas se llevó alrededor de diez millones de euros. Sí, sí. El proyecto costó al Ayuntamiento diez millones de euros, por lo que con esos precios ya no hubo dinero para más y el señor Koolhass podrá hacer una rebajita si le encargan en los Emiratos una petición parecida. Para evitar el mayúsculo ridículo, creo que el alcalde Ocaña hizo como una tenada en la que meter gente que mire cosas, pero como no se sabe qué cosas colocar, el redil aún no se ha estrenado. Creo que 40 o 50 cordobeses ya lo han visto por dentro.

    La segunda idea que habría de epatar, por insólita, la sensibilidad ciudadana fue convertir un avión, un DC-7, en contenedor cultural. Ya dimos cuenta en Salmonetes... de maldita la idea que encima fue copiada a un jeta de Zaragoza o por ahí, pero el caso es que el traslado del aparato desde el aeropuerto más el adecentamiento del nuevo aparcamiento y demás gastos sin justificar supusieron un pico de consideración. Tenemos contado que los mismos que bendijeron al DC-7 como un elemento cultural de incalificable importancia, ahora les parece un trasto y están echando cuentas de lo que va a costar devolverlo a su antiguo dueño, que por supuesto no lo quiere.

      Por último el puente romano. Con un misterio difícil de explicar se blindó el puente durante meses para que nadie viera lo que se estaba haciendo en él. En teoría se rehabilitaba la calzada romana por la que un día pasaron César y Pompeyo antes de la batalla de Munda. Yo creí que iba a quedar un puente curioso, por haber muchas calles empedradas en la Judería y hasta en el mismo Realejo, con granito a la manera de la Roma imperial, pero hete aquí que que los “expertos” nos sorprendieron con encimeras de cocina rosáceas cortadas todas iguales con sierra industrial. Eso sí, las “losas” de mármol de Carrara, con lo cerca que quedan las canteras de Carcabuey... o las de Macael. 

     Bueno, esto del 2016 cultural se me ocurre después de considerar lo inapropiado de semejante distinción en un país en el que es asquerosamente evidente la ignorancia de sus profesores universitarios, la insultante y vomitiva educación de sus desvergonzados ediles y los inexplicables sentimientos de odio y revancha de jóvenes a los que les han dado un título por aprender a etiquetar fascistas.