domingo, 13 de diciembre de 2015

El derecho a decidir de Messi


Compadreo

Táctica

Filosofía

Espacios

Corredero
Pepe Campos*
Taiwán

El derecho a decidir viene a ser inventarse unas reglas propias, que a uno le van bien, intentando imponerlas a los demás porque se depende de ellos. Desde comienzos del siglo XXI, el Barcelona ha estado ocupado en conseguir esto para Messi. Para ello, ha instalado en el panorama mundial su sistema de juego, que se sigue de manera globalizada a modo de compadreo. La táctica consiste en que el balón lo tenemos nosotros, nos lo pasamos cuantas veces queramos, y vosotros miráis cómo Messi, sin marca -elemento crucial del asunto-, aparece solo, por detrás de vuestra defensa, y mete los goles. Un fútbol libre de etérea defensa en zona. Su implantación, a escala global, ha contado con la publicidad y la defensa del periodismo progre español, el genérico y el deportivo. Un periodismo, y unos degustadores de ese modelo, que nunca habían visto fútbol hasta 1982, pues durante muchos años opinaron que el fútbol era un entretenimiento lesivo para el pueblo y el obrero; un espectáculo reaccionario de derechas. De pronto, en plena etapa democrática se pusieron a ver fútbol a destajo. Lo que veían no lo entendían, pues era muy complejo, muy áspero, donde había mucha acritud. Marcajes y más marcajes, sistemas defensivos, sistemas tácticos con variantes, estrategias detalladas, etc. Todavía, demasiado Rummenigge, Keegan, Tardelli, Tigana o Perico Alonso. Es verdad, que entonces circulaba Menotti, con su juego a la pata la llana, pero el fútbol permanecía anclado en sus planteamientos primitivos, de lucha, entrega, contacto, y de orgullo, de cada equipo, de cada jugador, por conseguir la victoria. Había que ver a Maradona, siempre vigilado, como el resto de futbolistas, con marcajes férreos. Ahí estaba Claudio Gentile para marcarle. Un Gentile, que aún hoy se presta a ponerse el pantalón corto y marcar a Messi, para demostrar que no se moverá a su gusto.
Como quien no quiere la cosa, el fútbol comenzó a progresar adaptándose a la mentalidad de los tiempos. A partir de entonces se escuchó la jerga de Cruyff (abrir espacios), la monserga de Valdano (achicar espacios) o la filosofía de Guardiola (no nos vigilen y dejen espacios). Un discurso que fue creando escuela para consolidar la defensa en zona, sin ningún tipo de marcas ni vigilancia sobre ningún jugador del equipo contrario. Por ahí, fueron viniendo resultados escandalosos con buen trato hacia el balón de todos los equipos -el inferior jugando como el superior-, y la proliferación de records. Etapa Messi. Reinado Messi. Un sistema mantenido por un sinfín de entrenadores que buscaron con frenesí la belleza en la derrota, para ser bien tratados por la prensa, la del periodismo progre. Una aplicación del modelo de Pellegrini (dejemos espacios), del trasunto de Jémez (coladero de espacios) o del colectivismo de Emery (seamos espacios). Jugar para atrás, tocar y tocar, sin plan, no a la vigilancia, no importa que pasen, todos hacia arriba, todos hacia abajo, no importa que nos ganen, ni que nos goleen. Así, hemos llegado a un fútbol correcalles, sin alma, de resultados, de goleadas, de estadísticas. Un espectáculo vacuo, en el que nadie se acuerda de nada cuando el partido termina, ni de una jugada, ni de un gol, ni de ningún lance. Eso sí, a excepción del circo visual de las simulaciones, con piruetas y tirabuzones de las figuras que cuando ven que algún contrario se les acerca, un poquito…se voltean. Puro arte. Puro récord. Pura estadística. Puro buenismo.
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*Pepe Campos es profesor de Cultura Española 
en la Universidad de Wenzao, Kaohsiung, Taiwán