Sazatornil
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El director espiritual de la hegemonía socialdemócrata en España fue Javier Pradera. Tradujo la “Historia de las ideas políticas”, de Jean Touchard, donde repetía muchas veces la locución conjuntiva “por consiguiente”, que es lo único que se le quedó a su amigo Felipe González, Gonzalón, de la lectura del libro. Pradera murió el día de las últimas generales: alguien lo dijo en la tertulia electoral de Ana Pastor, que puso cara de indio tomando bicarbonato, es decir, de no saber quién era. Principio del cambio.
Ahora, en la tribuna de Javier Pradera, firma John Carlin, un propagandista socialdemócrata que, a propósito de aquellas elecciones, quiso ver en Otegui al Gandhi de Elgóibar. Carlin sostiene que, desde el 96 (caída de Gonzalón), la política española, por culpa del “chulito de Aznar” y la “momia Rajoy”, ha hecho pasar vergüenza ajena a los políticos ingleses. No lo dice él, sino los más altos cargos del Foreign Office y del 10 de Downing Street, que se lo han dicho a él. ¿A dónde hubiera llegado Tony Blair en Mesopotamia, sólo con que “el chulito de Aznar” le hubiera caído un poco bien?
Todo era oscuridad en el reinado de Witiza cuando, de pronto, aparecieron Pablemos y Rivera, es decir, “la seriedad, la rapidez mental, el manejo de los datos, la agilidad verbal”. La cuadratura de un círculo kantiano.
–El mundo político en España empieza a gozar de un grado de madurez, decencia y racionalidad que deja en evidencia a las democracias más antiguas.
La única democracia antigua (y moderna) que conocemos es la americana, pero, en cualquier caso, ahí queda eso (¡y dicen de lo de Haro a José Antonio!).
Con Pablemos o Rivera en La Moncloa, Inglaterra, la vieja raposa, devolvería Gibraltar a España y no se iría de la Unión Europea. No es para menos: Pablemos concede la teoría de la relatividad a Newton, y Rivera vende “empirismo pactista”, que suena a John Locke pasado por el José Sazatornil de “La escopeta nacional”. Fin del cambio.