Martínez Ares
Vuelve al Falla, tras quince años de ausencia
Mi tierno infante, cuando la alcaldesa era comunista
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Dice mi chico que el mayor acontecimiento de la semana en Cádiz no ha sido la toma de la alcaldía del Kichi en un despacho más grande que su piso, ni los desbarres tuiteros de un concejal de su banda avecindado en Puerto Real y de apellido Pontones que no hace mucho pedía la vuelta de los Grapos para dar su merecido a la policía mientras se ciscaba en la Constitución a voces y por escrito.
Cádiz y los que se sienten gaditanos están impactados porque vuelve Martínez Ares. Mi chico ya hace cábalas por los días de cola en la taquilla del Falla que serán necesarios en enero por venir para venerar al genio en preliminares. Cuartos y semifinales, ni soñarlo.
Martínez Ares se fue hace quince años y vuelve con una comparsa por emperejilar a la que llama “Los cobardes”. A la comparsa de Bienvenido se le fue el Kichi de alcalde... y un guitarra, y un cajilla además del Faly, no han podido resistir la llamada de quien es más que un alcalde, un ministro ó un presidente de gobierno. ¿Que será de la comparsa de Bienvendido con tanta convulsión carnavalera? Los personajes de Cádiz son tan particulares que el resto de Andalucía no los toma en cuenta y los deja en su paraíso de supervivencias en el que picotean un mucho de cinismo aquí y tres caballas y una espuerta de erizos allá.
Lo que sobra en Cádiz es talento, que es lo que ayer dijo doña Susana de su nuevo Gobierno. Uno sólo ve más ministros -más gasto y más impuestos- y entre ellos a doña Rosa Joaquina, de la que nos habíamos olvidado, pero que resulta que es Senadora, un cargo que suena bien en las películas americanas, pero que en España conocemos como miembro, en este caso, y a petición propia “miembra” del Senado, restando la dignidad que merece la ocupación. Doña Rosa lleva cobrando de los presupuestos ni se sabe, porque como dice un compañero suyo de orla, en la carrera de Derecho no aprendimos nada por culpa de esa señora que entraba en la facultad a primeros de cualquier mes del 76 o 77 con sus camaradas y cerraban las aulas hasta nueva orden.
Saben ustedes que no tengo especiales cariños a doña Rosa, pero me da que doña Susana la ha puesto en Cultura para que resuelva el disparate de la Mezquita y se lleve al huerto a los cuatro cerriles que quieren dar el templo no sabemos si a los chiitas, los sunitas o a los colectivos laicos amigos del dominó. Es difícil aceptar como ministra de cultura a la señora que confunde doceavo con decimocuarto y que inventaba parlamentos para distinguir el femenino del masculino con profusión de cordobeses y cordobesas, todos y todas, ciudadanos y ciudadanas.... pero como es ministerio inútil, al menos que pare un poco la tabarra de tanto moscardón iletrado como prolifera de tiempo acá en las asambleas de barrio de la ciudad.