Hughes
Abc
Dos recientes entrevistas a Pablo Iglesias y no asoma precisamente un liberal inglés. A María Casado: «Me ofende la pregunta»; a Àngels Barceló: «Flaco favor haces al periodismo de calidad». Le faltan las gafas de señalar de Peñafiel. Su última carta a los corintios esboza, además, la biografía de un hombre que no se ha movido de la infancia. «Mi abuela nunca dejó de hablarme del fusilamiento de su hermano», comienza. Muchos estrenamos el uso de razón en El Corte Inglés, Pablo no: «En mi primer recuerdo me veo de la mano de mis padres en las manifestaciones». Con 14 años ingresó en las Juventudes Comunistas. Luego la universidad, militando, doctorando y docente. Ni un día en el centrifugado biológico del mercado; ¿contacto con «la otredad »? a lo mejor en el metro. Toda la vida teorizando hasta que llegó la «praxis» (¡Betino Praxis!). El relato de su disculpa biográfica para saltar sobre el eje derecha-izquierda como un eufórico la noche de San Juan termina con el «me sé de memoria la Internacional». Ahora nos lo imaginaremos siempre de niño, con la coleta barriendo el suelo y la manga recogida para que asomara el puñito en alto. ¡Baby puño! ¡Sus primeros arremangamientos! Como esos niños republicanos de ficción, el de «Todos dicen I Love You», o el Alex P. Keaton de Michael J. Fox. Niños liberales con un bofetón, pero en familias de izquierdas. Niños mutantes y militantes. Sin embargo, la coherencia del acervo Iglesias con el niño Iglesias y el adulto Iglesias es de monolito (Monolito Gafotas). Parece que no tuvo adolescencia. Nunca ese coqueteo tan bonito con la acera de enfrente. Nunca odiar un poco a tu familia.