jueves, 20 de febrero de 2014

Manchester City - Barcelona. Heroicidades y fracasos




Pepe Campos*

Anoche me quedé hasta muy tarde para ver un partido que prometía buen fútbol, Manchester City-Barcelona. Una heroicidad. Ya que en hora de Taiwán, en directo, el partido comenzaba a las cuatro menos cuarto de la madrugada. Si bien, la expectación que rodeaba a este enfrentamiento entre dos equipos de tanto nivel casi obligaba a realizar un esfuerzo que representaba perder horas de sueño iniciada la semana laboral. Una locura. Pero las aficiones se alimentan del goce irracional.
Desde mediados de diciembre se conocía que estos dos equipos se iban a enfrentar, y la verdad, dado el potencial del Manchester City parecía que podría darse una sorpresa en la eliminatoria, algo que lo convertía en el gran partido de los octavos de final de la Champions (competición no tan difícil de ganar como aquella vieja Copa de Europa entre equipos campeones de Liga). Aparte de esto, el hecho de que al Manchester City lo dirija el técnico Manuel Pellegrini (hace unas temporadas entrenador del Real Madrid: donde se dice que no le dejaron trabajar, algo que él ha confirmado a menudo) le añadía un ingrediente interesante al duelo, pues a su vez esto conecta directamente con la teoría de los fracasos elaborada por José de Mourinho, y basada, principalmente, en su particular análisis de las trayectorias de Wenger y Pellegrini.

Entre otras muchas cosas -entre ellas, el reciente pasado y el prometedor futuro del Manchester City-, ni que decir tiene que Pellegrini se jugaba mucho en este primer partido de la eliminatoria con el Barcelona (un Barcelona que vive desde hace mucho tiempo a golpe de corneta de los récords de Messi). Pellegrini se jugaba ayer mostrar al mundo de una vez por todas que su conocimiento de la táctica y de la estrategia se encuentra en la vanguardia, como entrenador de fútbol de un equipo que aspira a ganar el campeonato inglés, y, por qué no, el europeo. Y aquí es donde Pellegrini falló en el momento más propicio para reivindicarse y dar ese paso adelante que le blinde de cualquier tipo de crítica que haga dudar de su verdadera valía.

Hay que recordar que Pellegrini es defensor de un fútbol que se fundamenta en que su equipo trate bien al balón, que viene a ser la medicina ideal para que desde hace tiempo el tiqui-taca del Barcelona se pasee por España y Europa jugando a un fútbol-sala en campo grande. Una filosofía, una manera de entender el fútbol que consiste en hacer jugar a un equipo inferior como si fuera el Brasil del 70, para que de tal forma el equipo grande (ya sea el Barcelona o el Madrid, o el Bayern) se recreen en meter goles para bien del aficionado. Un aficionado que poco después ya no se acuerda de nada de lo que ha visto, pero que piensa que esas goleadas facilitadas por el buen trato al balón por parte de equipos medianos hacen bien al fútbol.

Un pensamiento, la no violencia con el balón, avalado sobre todo por entrenadores de nueva generación como los que se sientan en el banquillo de muchos equipos actuales, un Sevilla, un Getafe, un Rayo Vallecano, una Real Sociedad, o un Málaga o un Manchester City para concretar. Entrenadores defensores del juego bonito y perder por goleada. No se entiende, de paso, cómo es posible que hoy perder en casa 0-4 sea entendido como haber realizado un gran partido, por el equipo local -eso sí, siempre que haya existido buen trato al balón-, cuando enfrente se ha tenido a un Real Madrid o a un Barcelona. En cualquier otra época hubiera sido motivo de cese del entrenador del equipo derrotado. Hoy no. El cambio de los tiempos se sustenta en la hegemonía de la defensa en zona, que viene a ser ni tú ni yo, ni nadie, ni por el balón ni sobre el jugador contrario. Mientras, arrinconado, el marcaje individual, que no hace mucho existió, y que en el fútbol que vivimos, con la gran diferencia de plantillas entre los equipos, podría dar una variante a las tácticas, según y cómo; pero, en este sentido, nos tememos, el marcaje individual es una variante táctica que ya no se comprende -aparte de que se denigre-, y cuando se aplica (caso de Pepe) no se sabe hacer.
Si vamos al análisis del partido de ayer (Manchester City 0 – Barcelona 2) tácticamente el Manchester jugó hasta el minuto 52 con 10 jugadores, pues no se comprende la posición de Kolarov como falso defensa izquierdo adelantado -doblando a Clichy- para tapar, se supone, a Alves. De ahí, no se movió Kolarov durante el tiempo que estuvo en el campo, desaprovechando además todas las salidas de balón que previamente el City había robado al Barcelona por ese lateral. La posición de Kolarov fue en contra del juego bonito, y el tú a tú, que Pellegrini decía tener en mente. Ese primer error táctico facilitó el juego del Barcelona, que vio cómo al mismo tiempo el Manchester se encerraba al borde de su área grande y le cedía espacio para que brotara el fútbol-sala de los culés, desde la línea de tres cuartos, con Iniesta como director de orquesta y Messi como hábil ejecutor de toques en espacios pequeños que es su especialidad.

En el centro del campo, Pellegrini dejó solo a Yaya Touré -en los últimos días muy reivindicado- sin ningún apoyo cercano. Un jugador, Touré, que al vivir de toques largos facilita pérdidas de balón y recuperaciones del mismo por el equipo contrario, precisamente en una zona del campo vital para el contragolpe y la llegada al área rival en dos pases. Un jugador, Touré, que gravita por el campo con enorme desorden táctico, con la suerte que eso lo esconde su despliegue físico. En la medular, la labor de Fernandinho fue insuficiente. Vacua. Sin garra. Por su parte, Silva destacó en ese gran trato con el balón, con el que realmente se lleva muy bien. Fue posiblemente el jugador del Manchester más metido en el partido y realizó pases meritorios y medidos, pero le faltó algo fundamental, rematar la faena. Tuvo un balón para hacerlo y no supo. Y va siendo hora. En estos partidos no se puede vivir sólo de la estética.
Arriba, en solitario, Negredo se las vio con Piqué, y se puede decir que salió bien parado por su entrega y ganas, aunque le falte esa calidad que diferencia al verdadero delantero centro del que no lo es, tanto en el espacio definidor de la media luna del área grande como en el punto de penalti. A su derecha, Navas no llegó a entrar demasiado en juego, estuvo desconectado, alejado del lugar desde un extremo puede encarar e irse como él sabe hacerlo. Por lo tanto, de la soledad de Negredo y Navas se desprende un dibujo táctico que no relacionó en el Manchester City a la media con la delantera.
Abajo, en la defensa del City, Zabaleta se entregó, luchó y estuvo a la altura. Kompany hizo lo que pudo. Clichy, sobrevivió. Y Demichellis escenificó que le falta un tramo en el estado de forma ideal para un central. Así, Demichellis se despistó en el marcaje a Messi en el primer gol del Barcelona, dada la interpretación de la defensa en zona que hoy está en boga. Demichellis no sabemos si jugó porque le gusta a Pellegrini o porque el Manchester no da más de sí. Tras su expulsión nos enteramos de que uno de los jugadores que mejor trata al balón del Manchester, Nasri, era suplente, junto a Dzeko, un delantero veloz; además de Javi García, que podría haber tapado mucho de lo que Touré dejó por hacer, y, al tiempo haber conectado más con Navas. Finalmente, del portero del City mejor no hablar.

Enfrente el Barcelona, con su calidad indiscutida. Pero también con el colaboracionismo arbitral: la mano en el hombro de Touré a Xavi es falta, y la de Mascherano a Negredo, no. Es un ejemplo, tal vez no suficiente para que sea penalti, pero sí el de Demichellis sobre Messi, y no la falta previa sobre Navas. Etc. A ello se suma la picardía de Messi que todavía no le pillan, el cambiar el balón de sitio en los lanzamientos de falta directa una vez situada la barrera. Una curiosidad que nos remite al juego limpio.

Luego, al final, todo queda explicado cuando los rivales coinciden en que el Barcelona es el mejor equipo del mundo.
_____________
*Pepe Campos es profesor de Cultura Española 
en la Universidad de Wenzao, Kaohsiung, Taiwán