martes, 12 de noviembre de 2013

Serenos



San Juan de la Cruz

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Con la suelta de Troitiño, el Dexter de Hipercor, se ahonda, dicen los tertulianos, la derrota etarra, con el gobierno en su papel de sereno, o sea, los etarras haciendo plas-plas y los ministros del chuzo, que son Fernández y Gallardón, corriendo a abrir la puerta.
    
Ay, esas “carreritas competenciales” (¡ministros competentes!) que el domingo glosaba Ignacio Camacho: al leerlo, uno se figuraba al juez Marlasca, eclesiástica su fineza, un poco como Pemán a San Juan de la Cruz en la Nochebuena en que salió al pasillo “como un loquillo de atar, meciendo al Niño en sus brazos, bailando y cantando una cancioncilla de amores aldeanos”, que todo en la movida etarra es aldeano:
    
Si amores me han de matar / ¡agora tienen lugar…!
    
Sólo que aquí el Niño que lleva en sus brazos es “el Estado de Derecho”.
    
Las “carreritas competenciales” son la carrera de fondo del logrero hispánico: en el alfonsismo, en el primorriverismo, en el azañismo, en el franquismo, en el felipismo, en el aznarismo, en el zapaterismo y en el marianismo.

    Así que ya sabemos lo que querían los gobiernos cuando, después de cada atentado, pedían serenidad: la serenidad del sereno para abrir la puerta a los Dexter de la democracia, pues Estrasburgo sólo es la manzana que el barbero mete en la boca del señor al que va a afeitar.
    
Puestos a correr, podían darse la misma prisa en exigir de Estrasburgo, ya consumada la “derrota etarra”, el cierre de la Audiencia Nacional, tribunal de excepción que repugna a la mentalidad democrática.
    
Y si todo esto es lo que “el Estado de Derecho” puede hacer por uno, lo que queda es que lo único útil, pudiéndoselo pagar, es lo de Olarra, o su mito, resumido en un corrido de Cuco Sánchez: “Por caja quiero un sarape, / por cruz mis dobles cananas / y escriban sobre mi tumba / mi último adiós con mil balas…”
    
Al final, te van a llamar fascista igual, pero en lo que importa, que es conservar la piel, resultó mano de santo.