Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La porra, hoy, es ese limbo adonde los Palpatines olímpicos han enviado a Madrid 2020, cuya delegación volvió de Buenos Aires diciendo algo muy español, y es que no se puede hacer mejor, cuando ha quedado, entre tres, la tercera, y eso, duplicando en personal de compañía a la triunfadora.
Pero la porra también es una suerte de suerte que yo tuve una vez: cuando a todo el mundo le dio por decir que Arenas, el Alejandro Blanco del Sur también existe, gobernaría Andalucía, yo dije que no en una reunión de amigos y me llevé un plato de jamón de esos sobre los cuales Pepe Brageli, apoderado del Faraón de Camas, colocaba la dentadura postiza para preservarlo de los depredadores mientras iba al lavabo.
–¿Es que no has visto las encuestas?
–Cosas mías.
Mis cosas eran una cosa que en la Maestranza, hablando de lo mismo, me había comentado un abogado: “Si de veras fueran ‘estos’ a perder (y me señalaba con los ojos a un lado del callejón), arderían los archivos como el Windsor de Madrid.”
Estoy contando cómo gané una porra, no que Susana Díaz vaya a perder Andalucía, ahora que han ardido los archivos de Los Palacios, no sabemos cómo.
–Si desterráramos de nuestras vidas el uso del pretérito imperfecto del subjuntivo como pretérito del indicativo seríamos mucho más felices –tuitea, como viniendo al pelo, Yaiza Santos.
Ésa sería la función del fuego.
Y que ardan archivos en lugar de iglesias revela el avance del laicismo desde el 31, año de grandes quemas que los guías turísticos presentan como incendios fortuitos.
Los emperadores chinos acostumbraban quemar los libros del pasado para ser ellos los inauguradores de la historia. El timonel de Susana Díaz, Zetapé, que fue un presidente de la porra y ahora es un lobista contra la pena de muerte en los Estados Unidos, cuando se subió al palé del poder, en vez de hacer una hoguera con los libros, hizo una ley de memoria histórica, que es igual de ¿fascista?, pero sin “socarrat”.