Poch
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El español socialdemócrata, cuando no estira chicles (las Tres Culturas, la Residencia de Estudiantes y la Movida Madrileña), los pisa, que es el caso de Gibraltar.
Hay que ver ahora a ese español, con el chicle en el zapato, sin saber dónde pisar, por no incurrir en fascismo.
Por un lado, no ve mal que a un jovezno la policía secreta de Botella le imponga en Madrid seiscientos euros de multa por ir por la calle con un botellín en la mano. Y por el otro lado, le parece una chulería de Mariano pedir explicaciones a Cameron, que es el casero, por la gamberrada de sus inquilinos gibraltareños de tirar desde el Peñón cubos de Chillida al mar español.
Cuando Ignacio Gasca, Poch, fue con sus Derribos Arias a tocar a Barcelona y tiró por la ventana del hotel un extintor “que casi da a las putas de la esquina”, acabó en la Comisaría.
¿Avestrucismo o humanismo?
Los tertulianos llevan en la boca el chicle que el español socialdemócrata lleva en el zapato.
Nadie critica las amenazas majaderas (“medidas sin precedentes”) de Cameron, que va de Reina de Corazones y sólo es un Conejo Blanco, encantado de que le pidan Gibraltar para así saborear la tradición imperialista del no.
–¡Gozo tanto al decir no! –era el lema de una asociación de joveznos yanqui que en los 80’ postulaba la virginidad.
Se critica que Mariano cierre la verja, pero no por lo que decía el Séneca gaditano, (“no hay vallado de tunas que no dé higos”), sino por lo que pueda pasar, incluido otro Trafalgar.
Leer algunas columnas es llegar a la conclusión de que lo único que aquí cabe hacer es recuperar el premio periodístico “Gibraltar español”, montado en los 50’ por un paisano de Carlos Slim con una dotación anual de veinticinco mil pesetas, más dos mil dólares para la erección de un monumento frente al Peñón que afeara permanentemente a los ingleses los frutos de su rapiña.
Mientras ese donante llega, la consigna es “protestar es de fachas”.
