Don Marcelino entre Luis Miguel y La Polaca
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Xavi, el cerebro de España, ha vuelto a abrir la boca, y esta vez para decir cómo tiene que jugar un grande como el Real Madrid.
Desde la estatura de Xavi, un grande no puede jugar “como el Real Madrid de Mourinho”, al que Xavi, por cierto, ya no podía ganar.
Es decir, que el Real Madrid debe jugar como el Barcelona, pero con Casillas, “uno de los nuestros”, según el “Scorsese” que se marcó el señor Del Bosque, razón por la cual el seleccionador del Combinado Autonómico se ha presentado en América con el suplente de Diego López.
No es por discutir con el cerebro de España, pero hay que ser muy pipero para comprar la mercancía averiada del viajante de Tarrasa, cuyo Barcelona viene de perder 7-0 una semifinal de Copa de Europa contra el equipo que al Madrid de Mourinho le ganó esa misma semifinal por los penaltis fallados de Cristiano, Kaká y Ramos.
Xavi nos vende tiquitaca, un recurso de Luis Aragonés que es al fútbol lo que la pierna atrás es al toreo, o sea, destoreo, y por consiguiente, antifútbol, sólo que en el fútbol y en los toros el “agit prop” mediático ha metido en la cabeza de los piperos que el fútbol es un rondo, y el toreo, un circular invertido, lance bufo por excelencia.
El rondo y el circular invertido sólo son practicables contra el equipo-mona y el toro-mona: nadie puede irle a un Bayern ni a un Escolar con un rondo ni un circular invertido.
Lo que pasa es que Xavi habla desde el sentimiento, como Dyango, el cantante melódico que, según Hughes, cantaba como acercándose una cebolla abierta a la cara.
Xavi es el futbolista melódico que toca (estos tíos no juegan: tocan) acercándose una “ceba oberta” como le gusta a Artur Mas, que conoce la rentabilidad del llorar.
–Xavi la toca de forma magnífica –dijo Mas el día del 5-0.
–El “señor” Mas lo está haciendo muy bien –dijo Xavi en la movida independentista del voto verde y neoyorquino de Guardiola.
España, pues, piensa por Xavi, que es su cerebro, y siente por Dyango, que es su corazón.
–Corazón / qué le has hecho a mi corazón / luna llena / canción de amor / la vida siempre ha sido así / tú por tu lado y yo por ti / corazón mágico.
Y quien dice un corazón dice un balón.
–Si miramos el resultado (7-0), nos quedamos en lo superficial. ¡El balón fue nuestro! –explica Xavi lo del Bayern.
Y ahora sí que Xavi, por españolazo, me parece el Don Marcelino del fútbol.
Dos personajes, dice Olano, despreciaron sendos “picassos” por parecerles el cubismo una mamarrachada. Primero, un torero español en el sur de Francia, que rompió el dibujo que el pintor le había metido, de vuelta, en la montera: “¡Le brindo un toro y mira qué mamarrachada me regala!” El otro fue don Marcelino, el enano amigo de Luis Miguel Dominguín. Picasso le invita a su casa para hacerle un retrato, y don Marcelino le contesta: “¿Cree usted que puedo faltar a mi trabajo para que usted me haga una de esas mamarrachadas que suele hacer?”
Dyango, que ya no quiere ser español
MARCELINO PAN Y VINO
Marcelino Cano, Don Marcelino, fue amigo-fetiche de Luis Miguel Dominguín, el hombre más apetecido de su época. Vestía pantalón corto, medias altas y zapatos “Gorila”. (En Casa Salvador, en Madrid, hay fotos magníficas de don Marcelino.) Fumaba uno puros descomunales. Un día que Luis Miguel lo llevaba en brazos por la Gran Vía, una señora bien increpó al torero: “¿No le da a usted vergüenza llevar al niño con ese puro?” Y Don Marcelino se revolvió en los brazos que más mujeres (las más deseadas) abrazaron: “¡Señora, que tengo 55 años y soy bibliotecario por oposición!” No me imagino yo a Casillas (el pan) llevando a Xavi (el vino) en brazos por la Gran Vía.
Xavi, el Don Marcelino del fútbol
Don Marcelino despreció el arte de Picasso
Xavi, el fútbol de Mou
Marcelino Cano, Don Marcelino, fue amigo-fetiche de Luis Miguel Dominguín, el hombre más apetecido de su época. Vestía pantalón corto, medias altas y zapatos “Gorila”. (En Casa Salvador, en Madrid, hay fotos magníficas de don Marcelino.) Fumaba uno puros descomunales. Un día que Luis Miguel lo llevaba en brazos por la Gran Vía, una señora bien increpó al torero: “¿No le da a usted vergüenza llevar al niño con ese puro?” Y Don Marcelino se revolvió en los brazos que más mujeres (las más deseadas) abrazaron: “¡Señora, que tengo 55 años y soy bibliotecario por oposición!” No me imagino yo a Casillas (el pan) llevando a Xavi (el vino) en brazos por la Gran Vía.
Xavi, el Don Marcelino del fútbol
Don Marcelino despreció el arte de Picasso
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