miércoles, 19 de septiembre de 2012

José Tomás, 11; Bicornes, 1. Mi verdad*

Joaquín Vidal
"Un caso digno de estudio. Le han dicho [a José Tomás]
que es de otra galaxia y al parecer se lo ha creído"

A Hughes
 
José Ramón Márquez

Con lo de José Tomás en su epifanía de Nimes me pasa como con el ‘rap’ o el ‘piercing’, que son cosas que no me van. Las caras de Belmez, los misteriosos círculos de Marte, los avistamientos de OVNI’s en las noches veraniegas o la muerte de Paul Mc Cartney son verdades incuestionables para millones de personas que tendrán sus razones para creer, cuestión de pura fe, pero son puro chascarrillo para otra pila de millones de personas, lo cual viene a demostrar lo errado del verso de Machado pues la verdad que existe de verdad es la de cada cual.

Estaba yo en Málaga, que me había ido a ver una corrida de toros de Guardiola, y me encontré con Jesús, un reventa sevillano al que le compré las entradas de la Malagueta por hacerle el favor de que pudiese soltar algo de papel y de que se ganase diez euros a mi costa. Le convidé a una caña de cerveza y conversamos sobre lo mal que iba el negocio, que nadie llena ya las Plazas.

-Yo me iré en septiembre a Nimes, que con ése sí que se mueve el papel -me dijo.

-Yo no iré -le contesté.
 
-Bueno, apunta mi teléfono, por si acaso te da por ir y te hace falta una entrada

¿Y cómo le iba yo a explicar a Jesús que yo no tenía interés alguno en Nimes ni en José Tomás? ¿Cómo explicarle que me había hecho doscientos kilómetros de ida y los que me quedaban de vuelta para ver una corrida de toros de Guardiola, la matase quien la matase? ¿Cómo explicarle que cuando has aceptado mansamente que todo lo mejor que te pueden dar los toreros ya lo has visto, sólo queda arrastrarse por esas Plazas esperando que alguno haga algo que te traiga recuerdos del pasado y, entre tanto, buscar denodadamente la pureza en el toro?

Me ha hecho gracia leer a una mujer que escribe, me parece que en El País, y refiriéndose a Tomás, que a ver ahora de dónde va a ‘sacar ánimo para volver a una plaza de toros tras contemplar un espectáculo de esta magnitud’; me ha hecho gracia leerlo porque eso mismo me dijo hace veinte años, una noche en Toledo, uno que estuvo en otra corrida exagerada, la del Paula en Vista Alegre, la de la ‘música callada del torero’ de Bergamín padre.
 
Me chocó en su día lo del aficionado toledano lo mismo que anteayer lo de la periodista, por la forma en que esa lúgubre visión de ambos muestra una decadente posición que retrata a aficionados a lo extremo, a la emoción desbordada, desaforada, que es tan ajena, tan alejada de lo que a uno le gusta, que es la firmeza del torero largo, sabio y poderoso que plantea su faena al toro de libras, de casta y de poder, en una vieja y cada vez más desusada ceremonia en la que, como no puede ser de otra manera, la firmeza nace de la sujeción al canon, al conocimiento, al clasicismo ‘arrematao’, para que en la faena se imponga neta la razón del oficio, el mando y, acaso, del gusto, frente a una bestia cuya ley primordial es la de infundir pavor.

Esa ausencia de la cualidad de infundir pavor por parte de sus oponentes es la que, para mi verdad, hace que este Tomás de ahora sea para el toreo lo que la Antología de la Zarzuela es al Festival de Bayreuth. Por eso es que ni me gusta ni me interesa este Tomás de su reaparición; principalmente porque las notas que toca no comportan el riesgo, toreo aliviado; ni conjuran al miedo, toro tonto; aunque hay además otras razones también de peso y más prolijas que atañen al estilo, a la estética y a la ética.
 
Dijo certeramente Boix, su apoderado, en cierta ocasión, que todo el asunto de Tomás se basa en ‘marketing y glamour’. De esa espléndida definición de lo que atinadamente podríamos llamar el toreo en femenino debe quedar, naturalmente, excluida la eventualidad de que el diseño resulte estropeado por causa del pavor que viene de la hueca mirada del toro homicida o simplemente de la incierta acometida del toro listo, cuya sola presencia en el ruedo descompone al más pintado. Sin embargo, es gracias a esta visión esteticista y terminal del toreo, con el concurso del márketing, del glamour y de un toro bobalicón además de con una buena movida en los mass-media, con la que ya está medio andado el camino.

-¿El camino? ¿Hacia dónde?

-Hacia cumplir el sueño del hombre contemporáneo que es el de tener la certeza de que cada día está siendo testigo de algún momento histórico, único, irrepetible, icónico y emblemático.
 
-¿Y lo de Tomás acaso no lo fue?

-Sin duda que lo fue. Es lo que dicen y la verdad es que lo han repetido hasta la náusea.

-¿Lo fue?

-Hombre… Indultar a un toro que antes había saltado al callejón es cosa nunca vista, la verdad. Y cortar once orejas de doce posibles, es cosa muy, muy rara de ver en Plazas serias. Paco Camino, en Madrid, con siete toros de Juampedro, Miura, Urquijo, Buendía, Arranz y Felipe Bartolomé se llevó ocho orejas en una tarde inolvidable.

-¿Miura?

-Sí. El de la A con asas.
 
-Tomás nunca ha matado Miuras, eso está fuera de toda duda
 
-Es que eso, seguramente,  se sale o bien del marketing o bien del glamour… o de ambos.

Llámenme tonto si ustedes quieren, pero muchas noches cuando estoy en la duermevela, me vuelve a la mente Fernando Robleño con el Cariñoso IV, de José Escolar. Un toro de verdad y un torero enfrente. Ni historia,  ni momento irrepetible, ni arte, ni ná de ná. Sólo un toro de verdad y un torero con oficio y arrestos, como nunca debió dejar de ser. Eso, al parecer, no cuenta a efectos de la Historia, pero no veas cómo te marca.
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*En Nimes, 11 orejas de seis toros. Sólo el último logró salvar un apéndice