lunes, 24 de septiembre de 2012

Otoño en el Hoyo de la Gitana (y un prometedor Alcalde)

Entrada del Otoño en Madrid

José Ramón Márquez

Seguimos con el septiembre de encastes minoritarios y hoy nos vamos a Las Ventas a ver, sobre todo, a los santacolomas del Hoyo de la Gitana y en menor medida a los coquillas o buendías de Sánchez Fabrés. Entramos tan felices a la Plaza al ver que, aprovechando la ausencia de Abella, a quien todos los amigos llamamos Abeya, mientras estaba en la matinée de Nimes tocando el cielo con la punta de los dedos, en Las Ventas habían retirado por fin el trapo negro y deshilachado, la bandera pirata, y lo habían sustituido por la bandera constitucional de España. Luego, cuando echamos el ojo a la papela de Abella, nos llevamos el disgusto de que cambiaba lo que había anunciado en el cartel, porque habían desaparecido dos de los tres coquillas y los habían sustituido por otros dos de Sobral.
 
Hoy, pues, la cosa minoritaria puede decirse que llegó a cotas de minimalismo, ya que el tercero de los del Hoyo de la Gitana fue devuelto al chiquero cuando la trémula mano de don Trinidad López-Pastor Expósito exhibió el pañuelico del color de la esperanza para poner a Pies de Liebre, número 14, que así se llamaba el bicho, bajo la jurisdicción de los bueyes de Florito, que hoy sí que cumplieron su cometido a la primera.

Para que se vea que la Empresa propone y luego pasa lo que pasa, el resumen final de lo que esta tarde se lidió en Madrid es de tres de Sobral, a los que nadie había ido a ver, dos de Hoyo de la Gitana y uno de Sánchez Fabrés. Para dar fin de ellos estaban anunciados Jesús Fernández, Mario Alcalde y Jesús Duque.
 
Jesús Fernández se las vio en julio con una encastada corrida, podíamos decir también que bastante minoritaria en su comportamiento, de Murteira Grave de la que salió en brazos de las asistencias con destino a las manos del doctor Padrós. Para que se llevase dos tazas de caldo, hoy le ha tocado vérselas con tres toros por la cogida de Mario Alcalde. El primero, Pavero II, número 19, fue un toro de una gran seriedad, encastado y listo. Acudió al caballo con prontitud saliendo suelto del encuentro, acaso porque no le diese la gana de desperdiciar sus energías al ver las poquísimas ganas que el picador Óscar Bernal tenía de que se arrancase hacia él o acaso al ver la forma denigrante que tenía el tío de agarrar la vara, como si fuese una caña de pescar como las que llevan esos que salen en las películas pescando peces espada en los cayos de Florida. No se confió Jesús Fernández con el toro, pues el propio animal no era muy dado a que se tomasen confianzas con él, y todo el mundo comprendió que el novillero no se decidiese a cruzarse con el toro, toreando por las afueras y aguantando las miradas y los gañafones del tal Pavero, que demandaba otra lidia de más firmeza y sobre todo de más sometimiento. Cierto es que hemos visto que a base de arrestos y de mando se puede llegar a dominar las condiciones del novillo, pero no sería lícito cargar las tintas contra el torero con lo que tenía enfrente, vista la manada de Norit que salieron el otro día de Nimes, que si por un error llega a salir el Pavero II en el viejo coliseo romano, lo mismo el Transubstanciado de Galapagar lo había indultado como al de Adolfo Martín, por la vía de los tres avisos.
 
Su segundo, Juguetero, número 5, de Sobral, era un tío. Era un toro cuajado, con mucha plaza y con una cabeza ofensiva y muy bien armada, en el tipo de Cebada Gago. Su lidia transcurrió en medio del Diluvio Universal, con las gentes abandonando los tendidos a toda mecha y sin enterarse de la porfía honrada que Jesús Fernández hizo con él. La Plaza se fue convirtiendo poco a poco en una piscina y Fernández le tomó la medida al novillo corriendo la mano con la muleta empapada, que debía pesar un quintal. El animal no tenía malas intenciones y se dejó hacer la faena que Fernández estimó dadas las circunstancias. No acudió al cite a recibir en la suerte natural y Jesús Fernández en seguida le recetó un volapié bien ejecutado y bien colocado que lo envió al Valle de Josafat. En su tercero, otro Sobral llamado Manijero, número 10, estuvo espeso, muy por fuera y sin decir nada. El toro era de una embestida más bien sosa y el matador no tuvo a mano la sal que hacía falta echar a ese guiso. Lo mató, como al anterior, de una estocada buena y bien puesta al volapié. Digamos en honor a la verdad que en toda la mini feria minoritaria las únicas estocadas de interés que se han visto han sido las dos de Jesús Fernández de esta tarde.

Mario Alcalde se las vio con Gorrión III, del Hoyo de la Gitana, un toro muy chico de presencia pero de una enorme seriedad, lo que se dice trapío. El animal entró al relance a la primera de las varas que le puso Francisco Javier Sánchez, empeñado por cierto en hacer que el penco, que no le hacía ni caso, se girase a derechas para tapar la salida al novillo; luego le agarró una vara que ni fu ni fa. Para que se entienda y por comparar, diremos que en las dos varas que tomó el Gorrión se empleó con bastante más brío que la suma de los seis de Nimes de la matinée histórica. Luego el animal se encontró enfrente a un torero serio que inicia su faena tomando al toro de largo y aguantando tres muletazos de mucha intensidad en los que deja al toro colocado, después el animal le arrebata la muleta de la mano y entre el lío de capotes y de gente moviéndose pensamos que el Gorrión lo mismo se orienta y cambia. No es así, por suerte, y Alcalde prosigue su faena reunido, aguantando y practicando esa ‘antigualla’ de echar la pata hacia adelante. Series cortas muy intensas de una gran verdad, frente a un enemigo de respeto, a veces con altibajos. Si a principios de la temporada, con la de Nazario, mostrando algún retazo de buen toreo, Mario Acalde dio la impresión de estar un poco a la deriva, hoy ha mostrado perfectamente la  disposición de un torero a no dejarse llevar por la deprimente corriente que nos inunda y, bien al contrario, poner en la arena de Las Ventas los argumentos del toreo bueno basado en torear hacia adelante y en poner los conocimientos y el oficio al servicio de ganar al novillo en cada asalto. Cuando, al final de la faena le perdió el respeto al animal, en esas absurdas manoletinas que ahora se estilan, el novillo le vio, se fue a él y le estuvo dando hasta que le pareció bien. Luego, con dos cornadas en las piernas, Alcalde se perfiló y agarró una estocada baja que terminó con la vida del Gorrión. Mario Alcalde no se había dado cuenta, a lo mejor, de que hay toros y novillos a los que les puedes hacer de todo, como aquellos de la matinée de Nimes, y darles cincuenta manoletinas y otras tantas bernardinas, pero que hay otros animales que en la tercera ya han aprendido hasta latín y entonces es cuando te dicen que ya no hay más, y te sacan de la Plaza en ambulancia.

Jesús Duque se las vio con el sanchezfabrés, Torrero, número 24, y con otro Sobral, Caminante, número 14. Este último quiso hacer sus méritos para ser indultado con arreglo a la nueva forma de ver a los toros, imperante desde la matinée de Nimes, y se abalanzó contra la barrera del 3 para tratar de saltarla. No lo consiguió y, por consiguiente, perdió los puntos para el indulto que en la neotauromaquia da esa actitud atlética. Por lo tocante al sanchezfabrés, fue un novillo duro y encastado al que nadie se tomó la molestia de torear. Se emplazó en los medios y allí acudió a la muleta enorme de Jesús Duque, que estaba lo mismo que podía haber no estado. Al novillo lo picó de pena, en la variedad del lanzazo trasero, Daniel Navalón, vestido con una indescriptible chaquetilla verde. La cosa de la muerte le vino al bicho por mediación de una puñalada trapera mortal de necesidad. Ante su segundo de Sobral, deshecho el hechizo del indulto, al fallar en el salto de altura, ya nada había que ver más que otro trasteo sin ton ni son y a la manera contemporánea, pata hacia atrás, cite con el pico, suerte descargada, latigazo y ahí te quedas, que lo mismo lo podía haber firmado Talavante o César Jiménez, por decir dos, aunque la verdad es que así torean casi todos, aunque por suerte hoy Mario Alcalde había explicado anteriormente que hay otra forma de estar frente al toro.

Llegando a la Plaza

Jorge Laverón, enviserado

Márquez y el aficionado F., de la grade del 6

La papela de Abella

Despejando el ruedo

Paseíllo
Mario Alcalde, Jesús Duque, Jesús Fernández

Un aficionado

Frascuelo en el 9

Pavero II
Negro entrepelao bragado meano

Pavero II en su Guernica

Aprovechando la ausencia de Abella, de visita religiosa en Nimes, 
los hombres de Las Ventas han izado la Bandera de España en la Plaza

Relax taurino

Mario Alcalde

Alcalde hizo lo que nadie ha hecho este año en Madrid: ponerse y quedarse

Cogida de Alcalde por Gorrión III

Camino de la enfermería

Vuelta al ruedo de la Cuadrilla de Alcalde, 
al que el Presidente racaneó una oreja de ley

Al Presidente el toreo de Alcalde le pilló fumando, y el asesor
 no se enteró de nada, pues el día que se entere dejará de ser asesor

Frascuelo aplaude la actuación de Alcalde

Frascuelo abandona la Plaza tras el lío de la oreja

Japón heroico y galante

Un pipero tremendo, que diría Ansón

Caminante, el toro de Sobral que saltó la barrera y, 
en contra de los nuevos criterios fijados en Nimes
por la tauromaquia de Tomás,  no fue indultado

Caminante, al aire de su vuelo

Cogida de Jesús Duque por Caminante
Antes había saludado a Pies de Liebre, devuelto por inválido (¡pies para qué os quiero!), 
y tundido a Torrero

Y con Caminante se fue una tarde que cerraría Jesús Fernández 
con Manijero, castaño salpicado