Mi aldea
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Anda el catalán señor Mas buscando dinero para su rebaño y amenazando a España con la “desapartación”, como dicen los gitanos del divorcio de los payos. Generaciones amaestradas con manuales ridículos han desembocado en ese vicio español del odio al español en el que tanto insistieron los viajeros europeos del siglo XIX.
¿Quién dice que al estudiar se aprende a respetar? Ahí están esas masas a las que el señor Mas cree representar y que como dijo el poeta odian cuanto ignoran.
Tengo al nacionalismo como enfermedad y ver al gran entrenador de fútbol Guardiola pidiendo la independencia de Cataluña me confirma lo que de siempre fue evidente. El nacionalista es racista sin tener conciencia de serlo; de un egoísmo sin límites, pues cree que lo que tienen los demás se lo han quitado a él; carece de conocimiento y acepta con una fe sin fisuras hechos históricos escandalosamente falsos explicados por botarates enloquecidos. El nacionalista es un enfermo al que se le inocula el virus desde la infancia y que sufre repentinos arrebatos místicos escuchando ripios mitológicos en los que cantan pajaritos, fuentes claras y brisas reparadoras. Guardiola, un poner.
Guardiola fue jugador de fútbol que inventó Cruyff. De “pivote” se las tuvo con entrenadores -despreciaba a Van Gaal- y con la propia directiva, a la que pidió oro y plata en su renovación o se independizaba. En aquél tiempo el Barça le sacó al Madrid diez mil millones de pesetas por Figo, pero Guardiola se fue gratis... Acabó contrato y se fue, lo que repercutió en beneficio del peculio del Pep y fraguó su espíritu independentista.
“...no me quieren en mi casa”, dijo entonces. Su casa era el Barça, claro está. Cuando dejó de ser “pivote” se metió a entrenador modesto..., a recitador de poemas, a contertulio de parla catalana y a la búsqueda del amparo intelectual entre el periodismo nacionalista. Por arte del destino, dio en espectacular entrenador con méritos incontestables en un deporte universal que gusta de abrazar naciones. Su egoísmo le ha traicionado y sin reparar que para poder vivir tranquilo se ha tenido que marchar de su pueblo, se retrata con una pancarta para parecer clandestino y poner lírica a los folios de sus amigos poetas.
A Guardiola, admirable en lo suyo, que es el fútbol, no le podemos querer, porque no es un “tío legal”, y porque tiene confundido a un rebaño fanatizado con sus doctrinas. Un rebaño tan alucinado con el 3-4-3 como con la palabra independencia.
Y el caso, españolísimo por demás, es que hay culés que sin haber marchado aún, ya exigen volver “..como el Mónaco en Francia”. Orates de periódico hacen el favor al Madrid de seguir en la Liga española pues “...¿qué iba a ser del Real Madrid, sin el Barça?”
¿Y del Barça sin el Madrid? ¿Que sería? ¿Y del Valencia, Atlético de Madrid, Betis, nadie se acordaría? Seguro que hasta el Español –uno de los reductos con ausencia de egoísmo en Cataluña- se iría con viento fresco... y Guardiola entrenaría en el extranjero.
Ay, de mi “chiquitita patria”