jueves, 17 de noviembre de 2011

Teléfono rojo


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Decíamos ayer que son españoles los que no pueden ser otra cosa. Pero ¿y los franceses? Responde el mismo Cánovas:

Desengáñese usted, los franceses son unos españoles con dinero.

Lo pensé cuando Campo Vidal invitó a Madrid a Bernard-Henri Lévy como cráneo privilegiado de “El ser creativo”. La leyenda dice que estaba BHL en Libia y no debió de gustarle el “petit serré” del bar del hotel, por lo que telefoneó para quejarse a Sarkozy, que envió a nuestra María del Carmen Chacón a bombardear a Gadafi y su socialismo de camellería.

El socialismo –dijo el socialista polaco J. W. Makhaiskies un régimen social basado en la explotación de los obreros por los intelectuales y los profesionales.

Y BHL tiene descrito ese socialismo en una deliciosa anécdota personal: llamados telefónicos de Althusser en la madrugada parisina para citarlo en el patio del 45 de la calle Ulm:

Yo escuchándole, y él, las manos en los bolsillos de su bata y la mirada cargada de signos de inteligencia, que yo debía comprender con medias palabras, explicándome el lugar que me reservaba en su estrategia de conquista, de control y de subversión… ¡del poder intelectual en Francia!

Los americanos crearon la comedia de teléfonos blancos, y los franceses, la de teléfonos rojos. Recuerdo una crónica de Camba sobre el sultán de Turquía, Abdul-Hamid, que se opuso a la instalación del teléfono en Constantinopla porque temía que los revolucionarios lo emplearan para conspirar contra él. Luego se ha visto que sólo lo ha usado el centrocampista Guti para matar el rato con el Twitter, pero, viendo a Gadafi, muy loco no estaba el sultán.

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