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-Nueve de la mañana a las afueras del Combinado del Este, la mayor prisión de Cuba. Decenas de familias se agolpan para oír a una adusta militar que grita los apellidos de los presos. De inmediato, nos mandan a avanzar por un camino estrecho hacia la garita donde revisan los bolsos y pasan el detector de metales sobre nuestros cuerpos. Inspeccionan también los sacos de comida que durante semanas se han ido llenando de galletas, azúcar, refrescos instantáneos, cigarros y leche en polvo. Son el resultado del desvelo y del desprendimiento de los parientes que se privan de estos alimentos para donárselos a los reos...
En Generación Y
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