domingo, 12 de octubre de 2025

Feria de Otoño. Los toros de Victorino Martín exigen toreros especialistas. Campos & Moore



PEPE CAMPOS



Plaza de toros de Las Ventas, Madrid.

Sábado, 11 de octubre de 2025. Séptimo festejo de la Feria de Otoño. Toros encastados de Victorino Martín. Excelente dimensión de Román. Cogida de David Galván. Actitud de Ginés Marín. Lleno. Tarde otoñal nubosa.

Toros de Victorino Martín,  procedencia Marqués de Albaserrada, bien presentados, corniveletos, astifinos, todos cumplieron en varas; el primero, cambió a incierto durante la lidia, posiblemente, a partir de las dos varas caídas que recibió; el segundo, noble, las dos varas caídas que le implementaron influyeron en el menor recorrido que mostró en la muleta; el tercero, con acometividad, mejor picado; el cuarto y el quinto, cinqueños, largos y con poder; el sexto, revoltoso, acusó las varas caídas.

Terna: David Galván, de San Fernando (Cádiz), de tabaco y oro, con cabos blancos; trece años de alternativa; veinte corridas toreadas en 2025; cogido en la faena de muleta en el primer toro, pasó a la enfermería, sufrió traumatismo craneoencefálico. Román, de Valencia, de azul marino y oro, con cabos blancos; once años de alternativa; trece corridas en 2025; silencio, oreja y ovación tras un aviso. Ginés Marín, de Jerez de la Frontera (Cádiz), de lila y azabache; ocho años de alternativa; dieciséis festejos en 2025; palmas tras un aviso, silencio y silencio tras un aviso.

Suerte de varas. Picadores: Primer toro —Daniel López—, primera vara, con astado puesto en suerte, colocación del hierro detrás de la cruz pero caído, le tapa la salida, sale al capote; segunda vara, en suerte, caída, le tapa la salida, le pega, sale al capote. Segundo toro —Ignacio Rodríguez—, primera, en suerte, detrás de la cruz pero caída, dura; segunda, en suerte, caída, rectifica y vuelve a estar caída, metisaca, le pega y barrena. Tercer toro —Francisco de Borja—, primera, en suerte, detrás de la cruz, bien picado, sale al capote; segunda, en suerte, trasera, le pega más. Cuarto toro —Guillermo Marín—, la primera, sin estar en suerte, detrás de la cruz, derriba; la segunda, sin estar en suerte, rectifica, caída, le da fuerte, metisaca, el toro se repucha. Quinto toro —Santiago Morales ‘Chocolate’—, primera, al relance, detrás de la cruz, derriba y sale suelto; segunda, en suerte, trasera y sale suelto. Sexto toro —Ignacio Rodríguez—, primera, en suerte, trasera, sale al capote y se cae; segunda, sin estar en suerte, caída, le pega.


Si existe una ganadería importante en el momento actual de la tauromaquia esa es la de Victorino Martín: por la excelente presentación de sus toros y por su juego variado en las lidias a partir de la casta que poseen. Y así lleva, en un puesto de honor, desde 1967. No descubrimos nada. Por otra parte es conocida la dificultad de la lidia de los toros de Victorino y las complicaciones que sacan en las faenas de muleta. Para resolver ambas problemáticas siempre han necesitado a toreros especialistas que sepan entender las embestidas de estos animales de sangre Santa Coloma. A la cabeza de estos matadores de toros que entendieron a la perfección los toros de Victorino Martín ha estado Francisco Ruiz Miguel que lidió ochenta y nueve corridas de este hierro, que se dice pronto. Ayer se enfrentaron a los Victorinos tres toreros que todavía no conocen bien este ganado. De estos tres matadores de toros, nuevos en estas lides, el que mostró un mayor acoplamiento a las dificultades planteadas por los astados del ganadero de Galapagar fue Román. El torero valenciano poco a poco se está haciendo un lidiador competente en la lida de toros duros, de las ganaderías que dan vitola de buen torero entre los aficionados —en tiempos en los que la mayor parte de los matadores de toros huyen del compromiso de vérselas con toros de verdad, sobre todo las denominadas figuras o mandones, que sólo ven al toro comercial, que es dócil y obediente y con el que se pueden hacer primores, por ejemplo darles manoletinas—. Los toros de Victorino de ayer pocas tonterías admitían y había que hacerles las cosas con precisión y buen criterio. Román lo hizo en los dos toros que le correspondieron para poder triunfar. Sobre todo entendió que a los toros de sangre de Santa Coloma hay que llevarles muy largos en los lances y en los pases, no dudarles, e impedir que toquen con sus pitones los engaños. Román alargó las embestidas, y sus toros, cada uno de ellos en la medida de sus características, respondieron y pudieron ser toreados a partir del mando y manteniendo la emoción, porque ninguno de ellos se tragó los lances y los pases si no estaban bien trazados y el matador —en este caso Román— no se colocaba bien en el sitio, cruzado, en rectitud del pase. Una buena tarde de toros dio Román y a punto estuvo —de no ser por el mal empleo de la espada— de triunfar a lo grande. 
David Galván se llevó la peor parte de la tarde pues sufrió una cogida muy aparatosa que le impidió seguir la lidia. Puede que esto ocurriera por esa obligación de tener que llevar a los toros de Victorino largos en los pases de muleta, pues no admiten faenas al uso, o comunes, o faenas de todos los días, de muleta retrasada, con pases donde el toro se queda en la misma muleta. Puede también que el percance viniera porque el primer toro, que de salida dio buenas muestras de ser un toro importante, sufriera una lidia poco cabal, con lances de capa sin la largura necesaria —sin esa lidia—, y sobre todo porque se les recetó dos varas inadecuadas, con los hierros apuntando a los bajos de su lomo. Si la suerte de varas no está llevada por el camino de la ortodoxia —hierro en la cruz o delantero, y sin barrenar a la hora de castigar al astado—, entonces el astado, si es un animal encastado puede responder con malos modos y esas malas maneras llevan a que embistan con protestas de no dejarse torear. Así puede que la clave del primer toro estuviese en este detalle que muchas veces no se tiene en cuenta, pues los toros comerciales soportan lo bueno y lo malo y son sostenibles. Este es un magnífico efecto logrado en la tauromaquia actual, la de lograr crear animales que no tienen poder, pero pueden embestir —de esas maneras…—. En cambio, el toro de verdad, el toro que muestra dificultades, tiene poder y puede que no embista normativamente, si las cosas —la lidia— no se le hacen bien. Este primer toro en la faena de muleta prendió a Galván, que tuvo que pasar a la enfermería. Román, a continuación, lo mató en la suerte natural, de un pinchazo sin soltar y de una estocada desprendida, más un descabello.


Román, en el tercer toro de la tarde, dio una imagen relevante de capacidad lidiadora y artística. Con la muleta inició su labor por bajo en terrenos del siete, con pases largos y templados, no todos, cerrados con el de pecho. El toro iba mejor por el pitón derecho. En la segunda raya del siete, los redondos le salieron valerosos, en dos tandas meritorias, de tres pases y el de pecho, el pase del medio, el central, largo y templado. Los naturales fueron largos, no todos buenos, sí el valor y el aguante. Al volver a la mano derecha logró una gran tanda de redondos largos y templados y la plaza se puso en pie. Máxima emoción. La faena alcanzó su clímax. Finalizó con pases por bajo, tres, muy buenos, hacia tablas y el de pecho. De nuevo la plaza en pie. Mató en la suerte contraria y la espada se le fue algo baja. En el quinto de la tarde, un cinqueño impresionante, Román se la jugó. En la segunda raya del diez, los redondos fueron valientes y largos, el toro se revolvía. Una segunda tanda con la misma entrega. Al natural toreó ayudándose con el estoque, y entonces le salieron largos, pero la faena bajó por existir menos acople. Insistió al torear por las dos manos alternativamente y se mantuvo la emoción, aunque no creció la obra a la altura que hubiera merecido. Aún así dos naturales últimos fueron de los buenos, por colocación del torero, en la rectitud, y porque el toro fue llevado hacia atrás, antes del pase de pecho. Mató en la suerte contraria haciendo guardia al toro y perdió la puerta grande. Pero Román salió, tras su actuación de ayer, con un gran cartel de la plaza de Las Ventas.


Ginés Marín, hizo un gran esfuerzo. Su actitud fue notable. Lo mejor lo realizó al recibir con extraordinarias verónicas y una media a su primer toro, un Victorino que después, a pesar de ser mal picado, manifestó nobleza en la faena de muleta. En esa faena, Marín inició su intervención con pases por bajo hacia los medios a la altura del tendido ocho. El toro perdía las manos si se le bajaba la muleta. La labor debía desarrollarse a media altura. En ocasiones, con firmeza, templó muletazos que no salían con toda la trayectoria debida. El toro se quedaba algo corto. Hubo suavidad en el trasteo y faltó tal vez un mayor acoplamiento con un astado que dejó estar a Marín. La faena se fue hacia el tendido siete. Allí, mató de pinchazo en la suerte contraria, y de estocada hábil en la suerte natural, tras plantearla por fuera. En el cuarto toro de la tarde el empleo de la muleta no fue el más idóneo, no se la mostró planchada, sino en uve, a partir de ahí se ausentó el dominio y no había apreturas, apareció el pico y un toreo despegado por ambos pitones. Mató en la suerte contraria, de pinchazo y estocada chalequera. En el último toro de la tarde, Marín, tuvo más problemas aún para hacer la faena, pues el animal, mal picado, como su primer enemigo, sacó a relucir renuencias y malos modos. Los pases salían a la mitad, había mérito en la exposición; si bien, faltó mando, digamos, pues todo se fue embarullando a pesar del esfuerzo. La dureza de la tarea se impuso a los buenos deseos. Mató de tres pinchazos en la suerte contraria y media estocada caída en la suerte natural, más dos descabellos.

 

 
Román Collado Gouinguenet, Román

 

ANDREW MOORE


 
 









FIN