martes, 6 de junio de 2023

Naturalidad democrática


Hobbes

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc

Infatuado de “realeza”, el "realista" Sánchez huye de la derrota municipal marcándose una “alfonsina”: se va... de elecciones.

    En Madrid se vive en la terracita y se respira derecha natural, la de toda la vida de Dios. “Los dos tortolitos hicieron su nido pajita a pajita”, contaba el cubano. Votito a votito, “con naturalidad democrática”, Ayuso y Almeida, como antes Aguirre y Gallardón, pero sin obras.


    La naturalidad democrática, en los pueblos que han conocido la democracia (América y pare usted de contar), es poder elegir, en elección directa y separada, a tu diputado de distrito y a tu jefe de gobierno. Pero el portavoz de la derecha fraguista (por venir de Fraga y diferenciarla de la buenista, por venir de Bueno), Sémper, añade otra característica:


    –Naturalidad democrática es aceptar a Bildu en las instituciones… porque es legal.


    Es la gran paradoja de Nicolás R. Rico: España, un país muy rico en calamidades civiles de todo género, es pobrísima en Teoría Política, aunque abunde en suspirados ayes y enfebrecidas condenaciones.


    –No creo, dicho sea sin pizca de xenofobia, que nuestra única tarea, en lo que a sus guerras civiles se refiere, consista en proporcionar los muertos.


    Kelsen identificó el Estado con el Derecho y Sémper lo identifica con la Naturaleza. Es natural. Para un político español democracia es el modo de vivir del Estado, y vivir es cosa de la naturaleza, aunque en el estado de naturaleza de Hobbes la vida fuera “solitaria, pobre, desagradable, brutal y breve”.


    –Mire, Pemán –confió Franco al escritor gaditano–. Si no fuera por la caza o por la pesca, que le devuelven a uno a la naturaleza, yo no podría resistir todo esto


    Caza y pesca, jara y sedal, Hobbes y Sémper, de cuya naturalidad democrática pasamos a la de Sánchez, que es votar,  excitando (¡en cazadora!) al voto por correo, que siempre es una estafa democrática, pues enturbia dos condiciones esenciales del voto como derecho político, que son la identidad y la libertad, quién introduce la papeleta y qué papeleta introduce.


    –¡Voten por correo! ¡En Estados Unidos ha sido la palanca del cambio! –mitineaba Sánchez, que ya no se esconde, pues la ley, ésa que según Sémper convierte en naturalidad democrática la presencia de Bildu en las instituciones, come en su mano.


    Ni Sánchez ni Sémper han leído (¡ni falta que les hace para lo suyo!) a Leibholz, ideólogo del nefasto Estado de Partidos, pero escrupuloso jurista que invita a comprobar si un acto legislativo particular no es más que una decisión política, es decir, “un acto de poder”. La presencia de Bildu en las instituciones es legal por una decisión política.


    –¡Naturaleza, naturaleza! –gritó Goethe en 1771 con motivo del día de Shakespeare en un discurso, según Sloterdijk, estremecedoramente jovial, agresivo, y en el sentido más auténtico de la palabra, insolente.


    Quienes votan y esas cosas me dicen que la invocación de Sémper a la naturalidad democrática tiene que ver más con la Ilustración sensual de Goethe (en España, Dani Innerarity) que con la democracia representativa de Hamilton.

[Martes, 20 de Mayo]