martes, 9 de agosto de 2022

Beduinos de la inacción


Karl A. Wittfogel

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Cuando, en octubre del 76, Manuel García Pelayo, el jurisperito que luego, con su voto de “kalidá”, diera por bueno el expolio de Rumasa, aconsejó al Rey en Caracas (¡lo de España con Venezuela es el karma de Miranda!) no cargarnos con una Constitución, pues la época de las constituciones había pasado, debía vislumbrar lo que tenemos delante: un texto roído por lo ratones que no sirve ni para calzar la mesa a la que se sientan a comer a cargo del Estado nuestros atlantes del 78, esos liberalios con carrillos de ardilla que hablan de “democracias liberales” como si hubiera “democracias socialistas”; una constitución sin sujeto constituyente que promueve, en lenguaje spengleriano, la disolución de los grandes organismos nacionales en pequeños grupos sin Estado que se bastan a sí mismos, “en enjambres de beduinos de la inacción”, y ahí está Bonilla I, refundador de al-Ándalus.
    

En tanto que Estado de Partidos, España, donde los ladrones vuelven a ser gente honrada, como en la comedia de Jardiel, es una autocracia paliada por el incumplimiento, según dijera Gabriel Maura de la dictadura del Cromwell ferrolano.
    

Un gobierno es absolutista si su mando no está controlado por fuerzas no gubernamentales. El gobernante de un régimen absolutista es un autócrata si sus acciones no son frenadas por fuerzas intragubernamentales.
    

He aquí el matiz que establece Karl A. Wittfogel, comunista que cayó en la cuenta del “despotismo oriental” con motivo del pacto Hitler-Stalin y huyó a América.


    Los jefecillos de gobierno que se suceden en España son, pues, autócratas que viven al margen de la Constitución (que es como la hoja de periódico con que los mendigos de Mingote, nosotros, se tapaban para dormir en un banco de la calle) y que con una simple orden ejecutiva confinan ilegalmente a la población o prohíben la lengua oficial de la Nación: España debe ser descompuesta antes de ser repartida.


    Una vez en los Estados Unidos, Wittfogel denuncia que en China “todos los poderes, legislativo, ejecutivo y judicial pertenecían al emperador”. ¡Vaya escándalo! Y para la India cita a un sabio que define al absolutismo genuino como “una forma de gobierno en la que todos los poderes confluyen en las manos del gobernante, no habiendo autoridad independiente que le pida cuentas”.
    

En cuanto al control del pensamiento, Wittfogel, que jamás hubiera podido concebir a un Bolaños, invita a comprender la importancia que los amos del Estado conceden a las ideas dominantes.


    –Los hijos de la elite dominante son educados generalmente por representantes del credo dominante; y toda la población está en un contacto continuo y promovido por el gobierno con los templos vinculados al Estado y sus sacerdocios.
    

Las libertades insignificantes que nos son otorgadas establecen, para Wittfogel, “una especie de democracia de mendigos”. Los mendigos debemos ya un PIB y medio. Más de dos siglos hace que los españoles no somos sujeto, sino objeto de la Historia.

[Martes, 2 de Agosto]