UN PEDAGOGO LLAMADO HERODES
He visitado con largo aliento el Museo Picasso de París. Y he pasado largo tiempo, antes en la Casona del Buen Retiro y luego en el Museo Reina Sofía de Madrid, ante la mayor estampilla postal del mundo, que por tal tengo al sobrevalorado Guernica. Y me topé un día, sin haberla programado, con una muy completa retrospectiva del malagueño en el Palazzo Grassi, durante mi primer viaje a Venecia.Y poseo muchos y muy buenos libros de arte dedicados a su pintura.
Con todo, creo que la más imborrable impresión que me ha producido está relacionada con una exposición monográfica, en la Galería de Bellas Artes de Düsseldorf, allá por los comienzos de septiembre del 95. Y que se titulaba, ingenuamente, “El mundo de los niños en Picasso”.
Era algo único en su género. 185 obras (cuadros, dibujos, esculturas) documentaban la atención diríase obsesiva que el pintor dedicó a lo bastante largo de toda su vida al tema de la infancia. 185 obras entre las cuales se contaban algunas jamás vistas en muestra alguna, ni siquiera en catálogos: todas ellas procedentes de colecciones privadas. Y no había prácticamente ningún museo de la ecúmene, sin exceptuar el Prado, que no aportase su colaboración a estas bodas de Camacho y festín de Baltasar para todos los picassianos que en el mundo son. Y son muchos.
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