Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Dos imágenes deja la cumbre patafísica de Nueva York: Trump y Melania varados en una escalera mecánica de la Onu, por un lado, y por el otro, David Petraeus, ex director de la Cia, con Abu Mohammad al-Julani, ex rebanacuellos del Isis, en condumio saludable y honesto contubernio neoliberal.
La escalera mecánica detenida de la Onu renueva en los libros de filosofía las del hotel “Westin Buenaventure” en Los Ángeles, que no llevan a parte alguna, razón por la cual un teórico del pastiche, Fredric Jameson, las tomó como símbolo de la posmodernidad. Y la concordia (palabra, para Ortega, que siempre designa un “reparto de botín”) Petraeus/Al-Julani constituye el mejor anuncio del Fin de la Historia del piernas de Fukuyama, que consiste en el triunfo del neoliberalismo rampante, pues dicen que Al-Julani hasta tiene sobre su mesilla de noche un ejemplar de “La paz perpetua” de Kant, libro escrito, al decir de Hannah Arendt, “en clave irónica”.
Petraeus, que salió de la Cia de Obama por una aventura sentimental con su biógrafa, fue el general que sucedió en Afganistán a McChrystal, que había criticado en la revista “Rollin Stone” la dirección política de la guerra y que estaba señalado por el caso Pat Tillman, soldado condecorado por McChrystal a sabiendas de que era un caído por fuego amigo, lo que no privaría al ya ex general de impartir Ética en Yale.
Popper, que detestaba los coeficientes intelectuales (veía insensatez en medir la inteligencia con una sola magnitud numérica), avisó que América perdería “la próxima guerra mundial” porque sus generales son elegidos con arreglo a ese coeficiente. Lawrence Wilkerson, el coronel asesor de Collin Powell en el Ejército, le contaba a Glenn Diesen cómo, en 1993, el senador Chuck Hagel (luego secretario de Defensa con Obama) llamó muy preocupado a Powell porque tenía una lista de posibles generales de tres y cuatro estrellas y no le valía ninguno. “Ya no tenemos sistemas que promuevan gente competente: sólo promovemos aduladores y tipos en espera de llegar una Corporación para ganar sueldos de siete cifras”, explicó el general. A Wilkerson lo escandaliza hoy el “bocachanclismo” de Donahue, arquitecto de la caótica “huida” de Afganistán y ahora comandante en Europa, que declaró estar dispuesto a tomar Kaliningrado (¡la cuna de Kant!) en una hora. ¿Y luego? Luego, la movida nuclear, que como Fin de la Historia tiene más recorrido que lo de Fukuyama. “No nos quedan comandantes que sepan librar una guerra”, resume Wilkerson.
¡Kaliningrado! ¡Kant! ¡La paz perpetua! Nos sobrecoge Margarita Robles, ministra de España, al relatar su peripecia con el GPS al sobrevolar la cuna de Kant “por culpa de los de siempre”, o sea, los gamberros rusos, los del apagón español, y los que, al parecer, con un puntero láser interfirieron en el suflé de laca de Rosie Von der Leyen (“casus belli”) en los cielos de Bulgaria. ¿Es que el oso ruso sólo se atreve con las señoras?
[Viernes, 26 de Septiembre]

