La Chata
JAVIER CORTÉS
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El 2 de mayo de 1918, Ricardo Zamora, apasionado belmontista, fue por primera vez campeón de España. Dos años después nacía la “Furia Española” en los Juegos de Amberes. En los Juegos de París de 1924 (¡los de “Carros de fuego”!), durante un España-Italia, los italianos gritan al portero español “¡Toro, toro!” “¡Hale, toro!”, y éste resulta estoqueado por un gol de Vallana en propia puerta.
Fuimos a la goyesca del Dos de Mayo para ver a Gonzalo Caballero, el torero que fue futbolista, que se alzó contra la empresa de Madrid y que tiene grande amistad con los hijos de Doña Elena de Borbón, la Infanta que ha heredado la representación del monarquismo popular de la Infanta Isabel, La Chata, inmortalizada por López Mezquita en un coche de caballos a la salida de los toros. En abril del 31, La Chata, a cuya memoria se debe la madrileña “Calle de la Princesa”, quiso permanecer en su palacio de Quintana: contó con el respeto popular, pero un gobierno de impostores (Miguelito Maura y el cuñado de Rivas Cheriff) decretó su destierro, y murió en París a los cinco días.
La goyesca del Dos de Mayo debe tomarse como pequeño desagravio a la ignominia de la Academia de Bellas Artes que hace dos años colgó, al lado de la Tauromaquia de Goya, espantajos de Forges y El Roto para proclamar “urbi et orbi” nada menos que… ¡el antitaurinismo de Goya!
El caso es que fuimos a Las Ventas para ver a Caballero (un buen amigo me tiene dicho que a alguna rama de sentimentalidad española habrá que agarrarse cuando España se vaya al traste), y nos encontramos con Javier Cortés, un torero de Getafe que, “pata adelante” (¡la revolución!), nos emocionó como nadie desde aquel par de banderillas de Adalid a “Luvino”, hermano del mítico “Cazarrata”. Cortés hizo su faena con una cornada de veinte centímetros (“destrozos en isquiotibiales, nervio ciático y fémur”), que es esa grandeza que nunca tendrá el fútbol, atestado de Desdémonas con barba desmayadas por una zancadilla.
Mayo. 2018