lunes, 6 de mayo de 2024

Seguir o no seguir


Kubrick


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Carlo Ancelotti no es el profesor Jiménez del Oso, y en el fútbol dice haber visto dos extraterrestres: Gianluigi Buffon… y Arda Güler, que el viernes debutó como titular en Anoeta y en media docena de balones que tocó llenó al madridismo de promesas: tiene gol, tiro, inteligencia, raza y eso que los castizos llaman “mecha corta”. Él lo sabe, los compañeros lo saben y los contrarios pronto lo empezarán a saber. Es Tom Hulce en “Amadeus”. Estrella a seguir.


Entre seguir y no seguir, siempre seguir. El que sigue lo consigue. El Madrid sigue en Champions, Xavi sigue en el Barcelona, Rocha sigue en la Federación y Sánchez seguirá en La Moncloa, porque, después de todo, ¿adónde va ir que mejor esté para hacer lo que le pete?


El Madrid sigue en la Champions a petición del Destino, que es un invento griego para restablecer el orden universal. El Madrid como “unidad de destino en lo universal”, que no es un invento falangista, sino una fraternal fórmula de Berdiáyev, un filósofo ruso de Kiev, con perdón. Xavi sigue en el Barcelona a petición del Bernabéu en el Clásico: “¡Xavi, quédate!”, fue la consigna que le tocó el corazón. Rocha sigue en la Federación a petición de los uefos y fifos, que cómo estará el fútbol en los despachos para que su hombre de confianza en España sea Rocha, “vicepresidente representativo” de Rubiales, que viene del pueblo a torear a los periodistas de la capital con la treta de hacer que habla por el móvil. ¿Y si estuviera hablando con Infantino? ¿Y si estuviera hablando con Ceferino?


A Chesterton la seguridad de que el catolicismo es la religión verdadera se la daba el hecho de haber sobrevivido a tanto frailón de misa y olla. La seguridad de que el fútbol es la religión verdadera nos la da el hecho de verlo sobrevivir a Rochas, Ceferinos e Infantinos. Se dice que Sánchez quería para la Federación a Del Bosque, antiflorentinista y marqués, a quien también querían los españoles de una encuesta para presidir la tercera República.


¿Qué me gustaría cambiar de mí? –contestó Casillas en una entrevista–. Cambiaría lo rencoroso que soy. No sé si es una virtud o un defecto, pero soy bastante rencoroso.


¿Y Del Bosque? ¿Es rencoroso Del Bosque? ¿Debe Del Bosque algún rencor al florentinismo por haberle dificultado la vida? Sólo él lo sabe, pero, en cualquier caso, el rencor es un sentimiento (o resentimiento) socialista, que quizás sea lo que haya tenido en cuenta el gobierno de Sánchez para pensar en Del Bosque para que fuera su hombre en la Federación. Uefos y fifos, sin embargo, prefieren a Rocha, además de que España tampoco tiene seguro que Sánchez siga.


Sánchez, sin embargo, seguirá a petición de Almodóvar, que es nuestro Bernard-Henri Lévy pasado por una artesa de migas manchegas. Sánchez y Xavi compiten, pues, por el Conejo Blanco del Año, que es el conejo que en “Alicia” encandila a los niños con su “me voy, me voy”, para reaparecer en la siguiente toma. Sánchez se declara un poco culé y otro poco atlético, es decir, antimadridista del todo, capaz de recibir al Rey de la Champions, si conquistara la Quince, con las manos en los bolsillos, según sus modales para la realeza. “Cómo haría de frío en Nueva York que hasta los abogados llevaban las manos metidas en sus propios bolsillos”, era un chiste de abogados de los 80. Pues eso. Al palco del Bernabéu va el ministro Puente, que entre el delirio tecnológico del nuevo estadio luce como un homenaje al Kubrick de “2001”, y llena la pantalla de “glamour” y socialismo.


Por seguir, siguen hasta Kroos y Modric, “las Campos”, que dice Hughes. De Kroos no se nos va de la cabeza el molde que nos dejó con el gol de Gvardiol en el Bernabéu la noche del City. Y de Modric no vamos a decir nada que no hayan dicho los que preferían a Cazorlita cuando vino y ahora se pasan los partidos pidiendo la renovación de Modric, que recuerda a Mariano Haro, el León de Becerril. Al piperío lo ilusiona más la prolongación de la carrera de Modric que el arranque de la carrera de Güler, mientras el Barcelona de Xavi parece una reedición de “Primer amor, primer dolor”, de José Luis Martín Vigil, con los Pecos, el dúo vallecano, de música de fondo en La Masía. “¡Queremos ver a Pedro y a Javier!”, gritaban las quinceañeras “pecosas”. “¡Queremos ver a Cubarsí y a Fermín!”, gritan los culés que van en Xavineta. En el Clásico, Cubarsí, saludado como el nuevo Koeman, hizo un penalti y desactivó un “gol fantasma” incurriendo en un fuera de juego, mientras que Fermín, saludado como el nuevo Asensi, celebró a lo Bellingham su gol subido a una valla publicitaria. También está Lamine, en quien el periodismo cree ver al hijo de Garrincha, y que come aparte, pues de mantenerlo engrasado se encargan los comentaristas, razón por la cual en el Clásico tuvo mejores adjetivos que números: sin goles ni asistencias, ganó cinco de trece duelos y uno de tres regates, con cuatro centros sin éxito. Hughes tiene apuntado que los jóvenes del Barça vienen a ser como las jóvenes actrices del cine español: están para provocar una combustión de adjetivos en dos años y luego, cuando la flor se aja, pasan a un cruel olvido.


Y el martes, en Munich, la Champions que lleva a Londres.


[Lunes, 29 de Abril]