jueves, 23 de mayo de 2024

Toros de El Torero para Lorenzo, Téllez y David Galván, el amo de la tarde hasta por poncinas. Márquez & Moore



JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ


Poco ambiente el de hoy en Las Ventas a la entrada. Se ve que el cartel no volvió loco a nadie y todo el que tenía algo que hacer reservó este día para sus asuntos personales. La corrida de Toros de El Torero venía avalada por lo deprimente que fue la que echaron el año pasado, que ni siquiera pasó completa, o la del año 22 que fue un tostón y también devolvieron uno, o la del año 19, que lo mismo. Con esto ya se ve que la cosa de los toros no era, precisamente, un aliciente para irse volando por la calle de Alcalá abajo. Y para que se vea a las claras que la tauromaquia está reñida con el mundo de los adivinos y los videntes resultó que los que optaron por ir hoy a los toros tuvieron la recompensa de encontrarse con una interesante corrida de toros y con una filigrana que nació de las manos de David Galván, que junto a Álvaro Lorenzo y Ángel Téllez formaban la terna anunciada en los carteles.


La corrida de Toros de El Torero, cuyo propietario tiene nombre de fábrica de aceitunas, pues se denomina «Agropecuaria Campo Real, S.L.», tuvo algo que ver con la del año anterior en cuanto a lo desigual de su presentación. Ya se sabe que los buenos ganaderos siempre envían animales que parecen hechos con un molde en cuanto a su conformación, que no es el caso de hoy, pero a cambio echaron seis galanes de impecable presencia por delante, con unas cabezas que cada vez se separan más del cánon cornidelantero o acodado que se les presupone por su origen, presentando encornaduras veletas o bien puestas y de mucho respeto. La seriedad del primero de la tarde, Vistaalfrente, número 4, hizo que fuera ovacionado al salir a escena, la clase y el nervio del quinto, Espadachín, número 79, hizo que fuese fuertemente aplaudido en el arrastre y entre esos dos polos estuvieron el segundo, Vaticano, número 29, noble y algo tasado de fuerzas, el tercero, Frunceojos, número 5, que cumplió suficientemente en sus dos encuentros con Marcial Rodríguez, el incierto Embeodado, número 83, o el áspero sexto, Dardillo, número 64. Los toros de El Torero trajeron variedad de comportamientos y diversidad de estilos en los tres tercios para ir componiendo una entretenida tarde en la que brilló con el percal Juan Navazo, de la cuadrilla de Téllez, que en el sexto se arriesgó en un excelente y complicado par de banderillas, pleno de torería añeja.


En el saludo al primero de la tarde David Galván, de azul azafata y oro con cabos blancos, sufrió un desarme con destrozo completo del capote a las primeras de cambio. El toro acometió con fuerza al caballo de J.J. Esquivel y a la segunda, sabiendo lo que escuece la puya, se dio a la huida sin más miramientos. A la cosa de la muleta llega con nervio y brusquedad, dando importancia al insulso trasteo de Galván por sus condiciones ásperas y exigentes. Toro para trabajar, para mandarle mucho, que no halla enfrente los argumentos que le pueden hacer claudicar de sus intenciones, pues el toreo despegado y facilón que se suele aplicar al toro ovejuno aquí no consigue nada. La faena se va pasando como se pasa la vida, tan callando, sin que Galván acabe de ponerse netamente por encima del toro al que despacha de una estocada arriba que tumba al toro sin puntilla, no sin antes haber intentado esas absurdas manoletinas tan de moda en estos tiempos.


El cisco vino en su segundo, Embeodado, donde puso a todos de acuerdo. El toro, alto y enmorrillado, anduvo de acá para allá sin que Galván pareciera estar ni un poco interesado en él. Vio casi como un espectador más la triste pelea en varas que hizo el animal y desde la boca del burladero del 9 contempló sin mucho ánimo el tercio de banderillas, donde el toro puso sus dificultades, si bien en el último par parece que demostró algo de mejores condiciones. Puede decirse que el único de todos los que estábamos en la Plaza que vio las posibilidades de hacer algo con ese toro fue David Galván que, desde el inicio de su faena, no dudó en lo que quería hacerle al toro. Y lo que quería hacerle fue una especie de homenaje a Enrique Ponce de aire muy personal, de gran inspiración y ligereza, en una singular faena de tiempo medido puntuada a base de cuajados adornos: el pase de trinchera, el molinete, el hondo pase de pecho. Comenzó por poncinas llevando la muleta en la mano derecha, con el toro a la media altura, con mucho gusto y templando la embestida del toro. Palmas de estupor y de gusto en el inicio de faena. A continuación da distancia al toro y repite casi idénticamente lo mismo: cuatro con la pierna arqueada, una quinta muy larga y luego, todo torería, cambio de mano para el pase de trinchera de mano baja  y de corto y mandón recorrido. El toro ha cambiado y está en las manos de David Galván que va desgranando su faena al aire de su inspiración. Una serie con la derecha de enorme suavidad precede a un cambio de manos y a uno de pecho que es un cartel de toros. Con la izquierda el toro es distinto porque le cuesta arrancar y engancha el engaño, pero Galván supera ese bajón en la intensidad de la faena volviendo a dejar su huella en los remates por abajo en los que se desahogó con gran torería. En los medios remató su obra con unos doblones y, con el toro igualado y el estoque en la mano, optó por traerse al toro al tercio en el 9, perdiendo la ocasión de haber rematado su obra de manera perfecta y haber cortado las dos orejas. Entre tirones y distracciones para aparcar al toro pasó el justo ratito como para que las gentes se enfriaran y, cuando echó abajo a Embeodado de estocada arriba, la cosa se quedó en una solitaria oreja como reconocimiento a la inclasificable y hermosa faena que David Galván fue capaz de concebir, en un arrebato de intensa inspiración que a nadie dejó indiferente. Algunos insensatos aplaudieron al toro en el arrastre.


Álvaro Lorenzo, grana y oro con cabos blancos, sorteó el mejor lote de la tarde y tuvo la desdicha de que cayese en sus manos el tal Espadachín, que fue toro completo en varas y en banderillas y que llegó a la muleta con una vibrante embestida, con clase y codicia. El argumentario que presentó Lorenzo frente a ese buen toro fue de muy poca altura y así vio el toledano cómo su faena se iba despeñando en cada serie. Por el pitón izquierdo el animal estaba preparado para arreglarle la carrera a Lorenzo, que se vino sin apoderado, pero el magro resultado de un solo y estimable natural es muy magra cosecha para un oponente como el que tuvo la suerte, o la desdicha, de sortear. Su primero fue Vaticano, corrido en segundo lugar, o sea Vaticano II, que sacó más del Papa Francisco que de Benedicto XVI. El bicho hizo un esfuerzo ímprobo por derribar al caballo de Francisco Javier Sánchez, a base de riñones, sin conseguirlo. Acaso luego acusó ese sacrificio y blandeó un poco, siendo en cualquier caso de condición noble y nada aviesa. Lo ejecutó a base de dos pinchazos y un bajonazo.


Y Téllez, de blanco y plata, cuyas apariciones en Madrid se miden por jarros de agua del Manzanares tomada en La Pedriza en pleno deshielo, ni estuvo ni se le vio. Él tiene la moneda, porque le vimos hacerlo, y como tal la puede cambiar, pero mientras eso ocurre seguiremos esperando. En su primero literalmente no estuvo y en su segundo, peor, al intentar la senda del arrimón y del ¡ay! No tenemos prisa.




Galván por poncinas


ANDREW MOORE



 










FIN