Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Ursula von der Leyen, Rosie para sus amigos, ese suflé de laca que funge de lideresa europea sin que nadie la haya votado, dice que no hay más que mirar por la ventana para comprobar cómo progresa el cambio climático.
Ursula es baronesa, y con esta declaración frívola viene a justificar el frívolo impuesto sobre ventanas aristocráticas como signos externos de riqueza “que aún perduran” decretado en su día por los golfos del Directorio francés.
Al lado de aquella ventana por la que Hegel oyó los cascos de los caballos de Bonaparte camino de la batalla de Jena, o de aquella otra ventana que reporteó Ruano en Berlín (Unter den Linden, 36), sede del palacio de los Hohenzollern, en la que acostumbraba asomarse Guillermo I para ver pasar sus ejércitos y el relevo de la guardia del Emperador, la ventana ursulina de Rosie, esa comisionista con idiomas enamorada de un corista de iglesia, es la gatera del Patio de Monipodio que acoge a los devotos del cambio climático, es decir del dinero ajeno. En palabras de Cervantes:
–Tras ellos entró una vieja halduda, y sin decir nada, se fue a la sala, y habiendo tomado agua bendita, con grandísima devoción se puso de rodillas ante la imagen, y a cabo de una buena pieza, habiendo primero besado tres veces el suelo, y levantando los brazos y los ojos al cielo otras tantas, se levantó y echó su limosna en la esportilla, y se salió con los demás al patio.
Han trascendido las relaciones del esposo de Rosie con las farmacéuticas de las vacunas, porque en el ambiente de las elites todo es trascendente. Para el teólogo W. T. Cavanaugh, el problema del concepto de trascendencia es que, si se quiere que sea lo bastante inclusivo como para abarcar desde el judaísmo al budismo, tiene que ser forzosamente vago. Las nociones trascendentes, en recopilación de T. Fitzgerald, pueden incluir “la ‘Nación’, la tierra, el humanismo, el Comunismo, el ‘atman-brahman’, la diosa de la democracia y los derechos humanos, el Cold Speech, la Ilustración, la brujería, la ‘Inmaculada Concepción’, el derecho a la propiedad privada, el destino…” Y por encima de todos, el Cambio Climático.
–Una vez que la definición de religión se ha ampliado hasta incluir todas las cosas que incluyen los expertos, se hace difícil excluir todas las cosas que los mismos expertos quieren excluir –avisa Cavanaugh, que trae a colación a un juez de cierto tribunal de distrito americano, Charles Brieant, que dictaminó en 2001 que Alcohólicos Anónimos era una religión.
La religión del Cambio Climático representa la trascendencia del dinero en proporciones bíblicas, de la que Rosie, con sus visiones en la ventana, se erige en la nueva Sor Patrocinio, la Monja de las Llagas, que tanto quehacer dio con sus visiones a nuestros liberalios decimonónicos, que acabaron por encerrarla en “una casa particular que se utilizaba como casa de citas del Partido Progresista”. Laus Deo.
[Viernes, 12 de Abril]