martes, 23 de abril de 2024

La motosierra

Georges Bernanos


 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


En la semana que muere O. J. Simpson, absuelto por un jurado americano del asesinato de su ex esposa Nicole y del camarero que la acompañaba, un jurado español declara culpable de homicidio al librero octogenario que en su casa de Ciudad Real mató de madrugada con su escopeta a un intruso hondureño armado con una motosierra, por lo que recibirá más sanción que la cumplida en su día por el carnicero Chaos por cada uno de sus asesinatos.


El jurado popular es un instrumento de la cultura jurídica anglosajona, basada en el precedente judicial, que no pide un gran conocimiento de las leyes, frente a la cultura jurídica europea, basada en el derecho romano, cuya complejidad requiere de un gran dominio técnico. Los constitucionalistas del 78, un ingeniero agrónomo y un director teatral, se apuntaron al jurado porque en su Constitución había de caber toda la moda, como en la planta de oportunidades de Sepu, y les salió un “monstruo de Horacio” (ver el arranque del “Ars poética”) que, por un lado, garantiza la inviolabilidad del domicilio, y por el otro, se abre a los jurados populares que condenan al librero ciudadrealeño por defenderse en su casa y que absuelven a los policías que con ariete echan abajo, sin orden judicial, la puerta de un domicilio donde se celebra una fiesta.


Los abogados siguen buscando una definición del concepto de Derecho –dijo famosamente Kant.


Pues que dejen de buscar, porque el Derecho, con los llamados Estados de Derecho, dejó de existir, y su lugar lo ocupa lo que Dalmacio Negro llama el “nihilismo jurídico”. Lo explicaban estos días “las expertas” de la televisora woke ABC con motivo de la muerte de O. J. Simpson:


Recordemos el contexto. No se trataba de que Simpson fuera culpable o inocente. Si preguntabas, todos te decían: “Oh, sí, él lo hizo”. Se trataba del Sistema. En el 92 habían quedado libres los policías que pegaron a Rodney King. Así que en el 94 tenía que salir libre Simpson. Después de todo, los policías matan más.


El fiscal del librero ciudadrealeño, que ignorará el cuento del molinero y Federico II, hacía al procesado la pregunta saducea de la casa, porque usted lo que defendía era la casa, ¿verdad? ¿Qué puede defender uno hoy en España, su casa, cuyo derecho de propiedad está a punto de extinguirse, o su vida, en una sociedad que proclama el aborto como “derecho humano fundamental”?


Todos estos disloques tienen un solo fin: la domesticación social. Tras el 45, observó Bernanos, y Muray lo recoge, se empezó a fabricar, a toda velocidad, en serie, “una humanidad dócil, cada vez más dócil, a medida que la organización económica, la competencia y las guerras iban exigiendo una reglamentación más minuciosa”. Somos la sociedad que aplaudía en los balcones a los carceleros que la confinaban ilegalmente, y la Constitución canta al despotismo ilustrado con la música prusiana de que “la justicia emana del pueblo y se administra en nombre del Rey”.


[Martes, 16 de Abril]