lunes, 21 de noviembre de 2022

Vinicius y las orquídeas silvestres


Richard Rorty

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc



    El asno de Buridán pasó a la historia porque, situado entre dos haces de heno, murió de hambre al no saber por cuál de los dos decidirse.

 
    Algo parecido estuvo a punto de ocurrirle en su adolescencia al filósofo neoyorquino Richard Rorty, un relativista, hijo de papás trostkistas y veraneantes en Nueva Jersey.


    Rorty creció pensando que la gente decente era trotskista y que las buenas personas siempre serían oprimidas hasta que el capitalismo fuera superado.


    –A los quince años escapé de los matones que me golpeaban regularmente en el patio del colegio, matones que yo asumía que de algún modo se desvanecerían con el capitalismo.


    Desde los doce años Rorty ya sabía que el sentido de la vida era luchar contra la injusticia social, y para eso contaba con el Trotski de la biblioteca de sus padres. Pero también tenía “intereses privados, fantásticos, esnobs e incomunicables”, y esos intereses estaban en las montañas del noroeste de Nueva Jersey, donde se daban unas “orquídeas silvestres, nobles, puras, castas y estadounidenses”, muy superiores a las orquídeas tropicales de las floristerías.


    –Por “realidad” yo entendía, más o menos, aquellos momentos wordsworthianos en el bosque de Flarbrookville ante las orquídeas amarillas “lady slipper” que me hacían sentirme tocado por una inspiración, por algo de importancia inefable.


    Y el joven Rorty resolvió acudir a la Universidad con la única idea de dar con el secreto que le permitiera fundir platónicamente realidad (contemplar las orquídeas) y justicia (acabar con los matones) en una única imagen. No lo consiguió, y decidió consagrarse a la filosofía, cosa que debería tener en cuenta Vinicius, cuando le susurran que se deje pegar, que lo importante es jugar.


    Con el ejemplo de Rorty por delante, para el joven Vinicius el patio del colegio y sus matones es la Liga de Tebas, mientras que la Champions sería su bosque de Flarbrookville plagado de orquídeas silvestres, su verdadero mundo, aparte el Mundial con Brasil en Catar, una escuela de valores futbolísticos en el desierto que los más interesados pueden degustar en el documental que Netflix ha estrenado sobre la banda de la Fifa.


    Veníamos de una noche de lunes en Vallecas con Vinicius, donde se ensayó, contado por Hughes, “un nuevo recurso defensivo con la total permisividad arbitral: Balliu, superado, le arreó un cate por detrás y a dos manos que lo tumbó, rodando banda abajo; aún pedían amarilla para el brasileño, al que poco después, en un dos contra uno, tiraron del rectángulo con un empujón (de Isi, en la ayuda) como quien echa a un forastero demasiado gracioso del bar del pueblo”.


    –A jugadores como Vinicius es difícil pararlos, había que buscar esos truquitos… Intentaba ir fuerte, marcar territorio y que él también tuviera en la cabeza la lista de Brasil... –explicó Balliu, nuevo héroe mediático, porque la prensa acogió con risotadas… “su toque de platillos” en las orejas del brasileño.


    Y en la noche del jueves fuimos al Bernabéu como a despedir, contra el Cádiz, a los madridistas que marchan al Mundial, con lo que la cosa tenía algo de despedida de quintos, que es todo el glamour de la Liga de Tebas.


    Los quintos zamoranos de Manganeses de la Polvorosa fueron famosos por su tradición de arrojar a una cabra desde lo alto del campanario de la iglesia del pueblo. La diversión militroncha en la Liga de Tebas es sacar a Vinicius del campo a empellones, “como quien echa a un forastero demasiado gracioso del bar del pueblo”. O como quien tira a la cabra del campanario. Si el “forastero” se queja, tarjeta y sambenito de provocador.


    Vinicius recibe, pero protesta. Rodrygo recibe (Reinildo, Fali), pero es de mejor conformar:


    –Rodrygo es un señor. Vinicius, en cambio… –dijo el Fali, luego de arrearle a Rodrygo ante la complacencia arbitral (tarjeta a Vinicius, por denunciar) y la censura televisual. (“Al final es verdad que sí que le doy. Le intento parar e intento agarrarlo. En esta acción quizá me pasé un poquito. La verdad que le doy bastante. No es para hacerle daño”).


    El Relato impone la Nueva Virilidad: lo importante ya no es la Champions de Ceferino, sino la Liga de Tebas, con su seny (Gavi y Pedri) y su rauxa (Isi y Fali). Protegemos el Fútbol Modesto: “No podemos jugar con frac. Contra Vinicius hay que hacer faltas agresivas” (Sergio Rodríguez, entrenador del Cádiz). El Arte sólo fue un paréntesis (el de Messi).


    Pero mi única, y última, agarradera al fútbol es la alegría y la salud del Vinicius de las orquídeas silvestres.




Rodrygo y Vinicius

 

HAALAND EN ESPAÑOL


    Jugar sin delantero centro es como comer sin dientes Por ejemplo, el Madrid sin Benzemá y, sobre todo, sin Haaland, que en Inglaterra está haciendo algo prohibido en España: estudiar español. A Haaland le gusta tanto España que su ídolo, Michu, es español, igual que su futuro futbolístico, vistas sus ganas de aprender español. En el City disimulan con que el español de Haaland es para “entenderse mejor con Guardiola”, por lo que deducimos que el de Haaland será un español de Instituto Cervantes, como el que despacha García Montero, el poeta de la experiencia, autor de un haiku tontorrón (“tú me llamas, amor, yo cojo un taxi”) que sólo cobraría sentido en un llamado con Florentino.

[Lunes, 14 de Noviembre]