domingo, 6 de noviembre de 2022

Remembranzas trevijanistas XXVIII



 

Martín-Miguel Rubio Esteban

Doctor en Filología Clásica
    

El general Forestier Walker, héroe de la famosa batalla de Sudán y gobernador de Gibraltar, en compañía del almirante Goodrich, jefe de la División Naval de Gibraltar, acompañados de sus respectivas esposas, en junio del año 1907, se alojaron también en la casa de los abuelos de Antonio García-Trevijano. El respeto de Trevijano al sistema liberal de representación británica fue casi sagrado. También el presidente del gobierno Segismundo Moret, jefe del Partido Liberal, se alojaba en la casa de los García-Trevijano cuando bajaba a Granada. En septiembre del año 1909 fallece el abuelo José García Moreno, pero la influencia de María Trevijano sigue siendo muy destacada, gracias a su amigo Natalio Rivas, jefe político liberal de toda la Alpujarra. Así se demuestra en la visita del Rey a Órgiva y Haza del Lino, cuando la comitiva oficial detiene los automóviles en el domicilio del ilustre abuelo de Antonio, como homenaje póstumo a su memoria, dando las condolencias el Rey a su viuda. Después de comer en la mansión de María Trevijano, el Rey y el Conde Romanones se despidieron, quedándosele el bombín allí al Conde, y Joaquín Sorolla, que seguía al Rey, permaneció varios días en la mansión de María Trevijano pintando paisajes de aquella comarca. Tenía Doña María media docena de esculturas de Mariano Benlliure de su época de juventud, que, sin duda, es la mejor, antes de que el genio valenciano se industrializase. El propio Mariano Benlliure también pasó varias veces por la casa de la gran mecenas María Trevijano en la época en que trabajaba también en Zamora con su padre. Muchas otras grandes figuras nacionales, como Gregorio Marañón, solían saludar a la abuela de Antonio cada vez que pasaban por la “Suiza andaluza”, que es La Alpujarra. También fue amigo íntimo de la familia el político socialista y republicano Fernando de los Ríos, de lo que se escandalizaba grandemente el cura párroco de Órgiva. El liberalismo y progresismo de la familia García-Trevijano, perfectamente armonizado con un acendrado espíritu cristiano, no fue castigado tras la Guerra Civil, gracias a la relación amistosa que mantenía con el general Queipo de Llano. Cuando María Trevijano murió, el 23 de enero de 1958, el pueblo entero de Órgiva asistió a sus funerales, recordando especialmente su permanente inclinación a remediar con afecto y largueza las desdichas de los vecinos más humildes.

Como puede verse, Trevijano no era un parvenu por antecedentes familiares en la política nacional, y sus relaciones con Don Juan de Borbón fueron naturales. Republicano de corazón, y liberal por ambiente familiar, su vida estuvo movida por sus ideales y no por los intereses a los que se abrazaron sin ningún escrúpulo la chusma de la Transición.

El mensaje político de Antonio, coherente y tantas veces repetido desde hace más de treinta años, forma parte ya de la hegemonía cultural, y ya cualquier ciudadano medianamente informado conoce las trampas y siniestros cambalaches en que se funda nuestro sistema político. Lo que fue un análisis crítico de una sola persona, hoy ya forma parte de las ideas generales, de la conciencia de la ciudadanía española. Y no puede durar mucho un sistema político cuyos fundamentos morales están reprobados ampliamente por la hegemonía cultural del momento.

Respecto a la cuestión flagrante de las éticas medioambientales y la defensa de la Naturaleza Trevijano fue un pionero. Ya en su obra La alternativa democrática (Plaza y Janés, 1977) nos decía: “La restauración del medioambiente es una obra inseparable de los poderes de la democracia social y regional”. Y para él la relación entre especulación y la degradación del medio ambiente era prácticamente mecánica. La defensa efectiva de la Naturaleza, al influir globalmente en el sistema económico, entraña la esencia del poder político, y no el de su apariencia. El aire se vicia hasta grados de alarma en las grandes ciudades. Algunos de sus componentes, como el neón, el argón, el kriptón, indispensables para la vida, se consumen a un ritmo superior al de su renovación. El medio ambiente, el entorno, la ordenación del territorio, el paisaje, el urbanismo, irrumpen en el campo político como la expresión más desgarrada, y a la vez más abstracta, del derecho a la vida y a la salud. “No hay Seguridad Social sin seguridad vital”. Naturalmente que la ética medioambiental de Antonio era antropocéntrica, y siempre se opuso a esas éticas peregrinas de tipo neojainista que ponen en duda la jerarquía de los seres vivos.

Antonio García-Trevijano reconocía que la hazaña de la Seguridad Social era la obra más decisiva e importante realizada por el régimen franquista, basada sin duda en la ideología ramirista. Pero esta gran obra de democracia social debía ser corregida en algunos aspectos. Pues al establecerse la cotización de las empresas por el número de asalariados empleados, en vez de hacerlo con arreglo al valor añadido en el proceso productivo, una vez excluidos los costes de la mano de obra, se penaliza a las empresas con mayor capacidad de empleo (que ocupan el 80% de la población asalariada), y se beneficia a las grandes empresas industriales, altamente automatizadas.

Hoy la situación de nuestra libertad está aún peor que en vida de Antonio. Sus negros pronósticos se van cumpliendo cada día con mayor desvergüenza. Al no existir un número mínimo de quorum en la participación electoral, ya no es que en España no exista la Democracia (separación de poderes) ni el sistema sea representativo (candidatos a distritos uninominales seleccionados por el pueblo), sino que el sistema sobrevive aunque sólo sean sus participantes-palmeros los amigos, conmilitones y familiares de los candidatos de los propios partidos políticos, que ya se nos desvelan claramente como empresas voraces muy jerarquizadas de la gestión pública. Pero la culturización política que supone la gran figura de Trevijano irá empapando al pueblo de los conocimientos básicos para que sin violencia nos podamos zafar pronto de la mafia partidocrática de la que hoy somos puro objeto de ludibrio.

En nuestra falsa Democracia de participación indirecta no representativa no se votan individuos ni personas, sino colectivos empresariales que ellos mismos acuerdan las mordazas al pueblo en los oscuros mechinales del poder. La Soberanía (Bodino) del Estado español no ha residido jamás en esta “Democracia” en el pueblo español, ni tampoco en la Corona, sino que viene residiendo “realmente” en dos casas de Madrid situadas en las calles de Génova y Ferraz. Como decía el maestro con profundidad, “los partidos estatales, únicos agentes de la acción política, son los únicos sujetos de la historia”.

[El Imparcial]