viernes, 9 de septiembre de 2022

Moral y Derecho


Max Stirner

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Un cronista parlamentario único dijo una vez, año 33, en sus “Acotaciones” de ABC, que había que tener cuidado con los fotógrafos: “Entran en el hemiciclo y, aprovechando la afluencia de diputados desconocidos, ocultan su cámara bajo un escaño y se quedan allí para siempre hasta que en una crisis apurada les hacen directores generales o ministros”. Los fotógrafos se indignaron.
    

Me parece muy natural –respondió el cronista– que un país donde suceden tantas cosas grotescas exija como comentarista un Kempis. Sólo los pueblos graves, como Inglaterra, admiten a un Swift.
    

Los sofistas tenían una receta para estas ocasiones: contra la risa, la seriedad; pero contra la seriedad, la risa. Cuando Guerra, el director teatral que redactó la Constitución con Abril, un ingeniero agrónomo, declara que “en ese documento estará mi firma” (se refiere al folio del partido con la petición de indulto para Griñán), y lo declara con la solemnidad con que Malesherbes hubiera pedido el indulto para Luis XVI, ¿la situación es de risa o de seriedad?
    

Si de seriedad, diríamos de risa que en el constitucionalismo guerrista debe de existir una cláusula Robin Hood para el “Rule of Law”, que traducida al “Estado de Derecho” se llamaría cláusula Luis Candelas, dado que la base jurídica del indulto es que el reo no se apropió de un solo euro de los millones que faltan y que a lo mejor sólo son otra “ensoñación luciana”, como el “Prusés”, en la democracia que con tanto trabajo nos dimos todos al grito de “Tó pal Pueblo” (Rumasa), con su Boyer y su García Pelayo.
    

Y si de risa, diríamos muy serios que ese indulto supone arrancarle otro pelo al lobo, no al “Estado de Derecho” del cómico Elías Díaz, una tautología para cazar pajaritos con liga, sino al Derecho y a la moral, que en España se baten en retirada.
    

La moral y el Derecho, nos dice un jurista preterido por el Régimen, querían infundir a la convivencia social el carácter fundamental de la vida humana, “desvivirse por mejor vivir”, por lo cual no venían a aquietar la convivencia, sino a irrumpir en la sociedad con propósito contrario.
    

La sociedad de los hombres no alcanza la dignidad de humana hasta que la penetran moral y Derecho, que son ahijados de la libertad, porque el Derecho y la moral vienen al mundo a decir no, aunque no dicen su no (un no ilustrado, discreto y crítico) sino para proponer un sí.
    

El responsable del estado moral de una nación es el gobierno que lleva largo tiempo en el poder (casi medio siglo, aquí), anota Madame de Stäel, sobrecogida por “la muerte terrible” del abogado defensor del rey, Malesherbes, guillotinado tras presenciar en el patíbulo la ejecución de su hija, de su yerno y de sus nietos, y afina:


    –¿De dónde procedían esas tendencias desordenadas que se desarrollaron con tanta violencia en la Revolución, si no era de cien años de gobierno arbitrario?
    

El derecho, diría Stirner, es un capricho transmitido por un fantasma.

[Viernes, 2 de Septiembre]