domingo, 9 de enero de 2022

En la muerte de Jaime Ostos

 


La portada de Ostos

[23 de Diciembre de 2013]

 

Hughes

Abc

La gloriosa y cisnecantística portada de La Gaceta nos enseña a Ostos mostrándonos, a su vez, una cicatriz sita en el surco inguinal. También muestra, digamos, la zona testicular sin lo que viene siendo el paquete escrotal. Lo que se vería de no haber nada. Es decir, el solar sobre el que se edifica lo genital.

Podría ser el primer desnudo escrotal. O quizás no… Esto recuerdo haberlo visto en un personaje malvado del cine, un asesino de “El silencio de los corderos” (hablo de memoria) que se fingía mujer ante el espejo metiendo sus genitales hacia dentro hasta simular un monte de venus.

Es decir, esto de Ostos es un acto maravillosamente valiente de travestismo. De ocultismo macho.

Ostos ha demostrado la extraordinaria movilidad paquetil de los toreros. Su capacidad para echarse su paquete por montera. Ostos ha cogido su masculinidad y se la guardado en el puño (mucho más que tener el corazón en un puño). Esto sólo lo hacen los toreros y los travestis y es la mayor masculinidad posible. Los primeros, a los lados; los segundos, hacia dentro.

Los toreros no es que tengan más cojones (con perdón), es que tienen una mayor movilidad, un mayor dominio de sí, un privilegiado dinamismo cojonudo.

 
El cojonudismo es ponerlos sobre la mesa. ¿Pero cómo se hace eso? ¡Hay que cogerlos en un puño y saber moverlos de un lado a otro!

Cuando alguien dice: ¡Por mis cojones! Antes debería saber mandar sobre ellos como sólo sabe mandar un torero.

La torería es dominio mayor de la hombría. Saber llevar la hombría al sitio justo. Y Ostos, posando con pubis de muñeca, ha sido más tío que nadie.