lunes, 19 de julio de 2021

Duelo de corbatas

 


 

 Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Gareth Southgate y Roberto Mancini: duelo de corbatas en Wembley, “donde vivir es ponerse una corbata, no unas manos que puedan estrangularte con ella”.


    En Madrid, si vas hoy vestido con traje y corbata, como Southgate y Mancini, te hacen fotos los turistas. En la muerte de Manolo Velázquez, el “10” más fino que nunca tuvo el Madrid, Amancio Amaro lo evocó “llegando al entrenamiento con corbata y un libro bajo el brazo”. Después, ya todo fue Luis Aguilé, que lucía la corbata como si te sacara la lengua, y con razón: fue dos veces finalista del Planeta y entre sus conquistas contaba con más de trescientas amantes.


    –Enséñenle ustedes a un salvaje a decir corbata e inmediatamente el salvaje les pedirá a ustedes una –nos ilustra Camba, que por algo vivió en Londres–; pero manténganlo ustedes en una total ignorancia respecto de esa prenda del atuendo masculino y el salvaje no sentirá jamás el menor deseo de ataviarse con ella.


    En Inglaterra, Farage se muestra orgulloso del tradicionalismo de Southgate: su sueño era coronar la maravilla del Brexit con la copa del deporte que Inglaterra inventó.


    Inglaterra es a la corbata de Southgate lo que España al andamio de Luis Enrique. De los andamios, decía Zuloaga, el pintor que podía meterse de cena dos docenas de huevos fritos, caen galápagos, y nunca pasaba por ellos. De los andamios también caían piropos, fenómeno erradicado por una ley comunista que prohíbe a los habitantes de los andamios dar sus opiniones sobre los habitantes de las aceras. Como dijo una guasona en Twitter: “Si callan los andamios, ¿cómo sabré si sigo en el mercado?”


    Luis Enrique saltó a la fama como entrenador por el uso que hacía de un andamio para dotarse de una perspectiva táctica. Es como si Eisenhower hubiera planeado el desembarco de Normandía subido a la silla del juez de silla de Wimbledon. De tumbo en tumbo en la Eurocopa, llegó a la semifinal, donde lo tumbó definitivamente Chiellini, un personaje como salido de la biografía del Españoleto en Nápoles: nunca se echó más de menos a Ramos en la capitanía del Combinado Autonómico, anticipo de lo que se le viene encima al Madrid dejando que ese hombre marche a París.


    Ramos es al fútbol lo que Bonafoux fue al periodismo-espectáculo: salía por París con un paraguas verde, y detrás iba un negro que decía a los perplejos transeúntes: “Ése que va ahí, el del paraguas verde, es Bonafoux, el gran Bonafoux, el formidable escritor Bonafoux…”
    De los españoles que viven en París (unos 35.000, en su época) dice Bonafoux que “viven en París y en Madrid al mismo tiempo”, y se les tiene en concepto de “aventureros, gorrones y mendigos”.


    –Ce sont des espagnols!... –gruñe el cursi a su paso.


    En tiempos de Bonafoux casi todos los españoles en París son periodistas, o sea ( y según Bonafoux), sinvergüencillas que se aparecen en París, husmean y sablean, y vuelven a Madrid a echarla de “boulevardiers”, como aquél que, al salirle al paso en Sol un galgo, gritó a un guardia: “Sergent, sergent, separé de muá ese perrit!”


    El pipero del Bernabéu piensa lo mismo que Florentino Pérez, sólo que después, y no ve peligro en un Ramos pasado por París, pero el karma es el karma, y lo que le ha ocurrido a Luis Enrique en la Eurocopa le ocurrirá a Ancelotti en la Champions.


    ¿Con quién ir en la final de Wembley? Chiellini nos impedía ir con Italia, pero Antonio Ortúzar, que va de Cromwell de Abanto y Ciérvana, nos impedía ir con Inglaterra, aunque en nuestro auxilio, y para desequilibrar la balanza, vino el alemán Wolfram Eilenberger, una mezcla de Valdano y Gomá, a desear la victoria de Inglaterra para que los ingleses recapaciten y se vuelvan atrás en lo del Brexit, pobres, que se están perdiendo la democracia alemana de las fraus, Angela y Úrsula, la que ante Soros pone ojos como bolitas de alcanfor y a la que no ha votado nadie (¡tiempo de magos!), que así es el eilenbergerismo rampante en la Unión Europea.


    –Mi querido Southgate, no me sea usted brexiter y vuelva a la democracia boche.


    Para comer cerillas.



Gareth Southgate


RAMOS Y PIQUÉ


    “Parecéis el Inter de Mou, ¡vaya autobús!”, dijo Ramos a sus compañeros de rondo bajo la dirección de Ancelotti. Ramos se hacía unas risas del autobús ganador del Triplete en Italia, eliminando al Mejor Barcelona de la Historia, que tenía preparada hasta la charlotada de rigor. “La suerte que tuvisteis el año que nos eliminó el Inter, que la final era en el Bernabéu –ha dicho ahora Piqué a los piperos–. Tenía una preparada…” Porque toda la emoción del fútbol pasa por la rivalidad, cosa que admite el propio Piqué, quien ha puesto sobre el tapete la pregunta terrible: “En el Bernabéu sois unos tristes... Va el Barça y no nos silbáis ¿Qué os pasa?” Pasa que el Bernabéu es un museo. Y habría que gritar lo de Ortega: “¡Musas, y no museos!” Tampoco descartemos ese grito, si se empeñan en darnos a Lucas Vázquez por Mbappé.

[Lunes, 12 de Julio]