sábado, 10 de julio de 2021

Chiringuiteos

 


 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    En la vigilia de España, la pregunta ontológica es si la Oficina Madrileña del Español de Cantó es un chiringuito.
    

Por Ruano, que puso a circular entre nosotros la palabra “chiringuito”, sabemos (tal cual podía leerse en una placa de su chiringuito en Sitges, donde escribía sus artículos para “La Vanguardia Española” de Godó) que “chiringuito” era la palabra que en Cuba se utilizaba para pedir un café.
    

Desde luego, en el mítico chiringuito sevillano de Juan Guerra corrían los cafelitos, pero Cantó es valenciano, por lo que en su chiringuito madrileño correrá la horchata donde mojar, como si fueran fartones, las sesenta mil palabras del español, o latín del pobre, en gracieta alemana de Lichtenberg el de los aforismos (donde Lichtenberg gasta una broma, hay un problema escondido, nos dejó dicho Goethe). El problema del español son los españoles.
    

El español es demasiado importante para dejarlo en manos de los españoles –acabó diciendo Guillermo Cabrera Infante, que nunca entendió por qué los españoles (¡y los borgianos!) tienen que denostar un idioma (¡el idioma!) para elogiar un dialecto.
    

Cabrera es pura Cuba, donde el idioma, dice, no es exactamente mestizo; se le podría definir con el dilema de la cebra: “¿Son rayas negras sobre fondo blanco o rayas blancas sobre fondo negro?”
    

En Cuba, los esclavos o hijos o nietos de esclavos padecían raras aspiraciones peninsulares y solían exclamar a la hora de la siesta: “¡Ah, quién fuera blanco aunque fuera catalán!”
    

Condenar “la mayor creación literaria de los españoles”, que es lo que Somerset Maugham ve en el español, a una oficina política (¡La Oficina Siniestra y La Burocracia Tenebrosa de Pablo San José!) de Ciudadanos es algo peor que chiringuitearlo: es covachuelarlo.
    

Hay que dar la batalla cultural contra el “ellos, ellas y elles” –arenga Cantó.
    

Pero nuestro problema de hablantes españoles, y esto lo descubrió Dámaso Alonso, no es un problema de pureza, sino de unidad. Es decir, el problema de los españoles.

[Sábado, 3 de Julio]