domingo, 1 de julio de 2018

Los octavos de Mbappé

 Francisco Javier Gómez Izquierdo
Abc

         Intereses, política, podredumbre... Todo lo que ustedes quieran, pero cuando uno asiste a espectáculos como las dos sesiones de ayer, nada hay que supere al fútbol. No hay ratos mejor aprovechados, emociones más gratificantes ni deseos comparables a la espera del próximo partido.
        
Es el Mundial. La Feria de las Ferias. Allí donde se consagran los futbolistas de leyenda (Maradona, Pelé, Beckenbauer...), los buenos parecen mejores (Zidane, Platini, Modric...), los mejores pueden empequeñecer (nuestro Juanito, Messi, Ronaldo...) y donde deslumbran talentos de los que no se para de hablar en años (el mismo Pelé en Suecia, aquel Paolo Rossi en España o este endiablado Mbappé en Rusia).
        
La confirmación de Mbappé, un mozo que aún no ha cumplido los 20, nos cogió desprevenidos. A los aficionados y a los profesionales de la selección argentina, atónitos y sobrecogidos ambos ante el prodigio de velocidad y técnica que repartió esta clonación, yo diría que mejorada, de Ronaldo “el gordito”. ¡Cuánta belleza en sus carreras y que poderosa determinación al ejecutar el 3-2 que ponía por delante a Francia! El pecho de Pelé, un colchón ante Suecia; el slalom y la mano divina de Maradona en México y desde ayer las artes del leopardo en Rusia de un Mbappé imparable, impredecible e impresionante.  Antes, durante y si me apuran hasta el final del partido -si el gol de Agüero se marca a falta de 5 minutos cualquier cosa hubiera sido posible-, a mí  no me hubiera sorprendido que pasara Argentina. Admitan que fue un partido raro, bipolar, con demasiadas deficiencias defensivas argentinas, falta de velocidad sobre todo, que se resolvió con los geniales trallazos del joven héroe francés al que ayudó la insólita perseverancia en la alineación de un Mascherano imposibilitado como primera barrera a detener tanta exuberancia de generación que ya no es la suya. ¡Soy incapaz de entender lo de Mascherano, o será que no tengo ni idea de esto! La crónica del partido daría para muchas páginas pero para éso están el As y el Marca. Me conformo con asignar la importancia que merece a la lentitud, yo diría que escandalosa, de los jugadores argentinos.
    
En fin, el Argentina-Francia es ya uno de los partidos inolvidables de los mundiales y damos gracias a Dios por habernos permitido disfrutarlo. Sin desmerecer el estudiado plan de Deschamps para atacar la lentitud argentina yo diría que el Uruguay-Portugal fue un encuentro más serio, más táctico, en el que se impuso el guión uruguayo. El guion uruguayo se fundamenta en una defensa de concentradísima testarudez, un centro del campo que siega sin contemplaciones cuando toca segar y con una o dos víboras entre la hierba que se lanza a lo encimero del carro que casi siempre matan cuando muerden. Tiene mucho mérito Uruguay y son sus futbolistas de condición tan admirable que no se conoce que hayan sido reprobados por sus hinchas en los campeonatos que participan. Con su país dan más de lo que tienen y los Godín, Cavani ¡qué bueno es Cavani y ojalá no sea nada lo suyo!, Giménez, Torreira.. no pueden recibir más que parabienes de los aficionados propios y ajenos. A mí me tiene ganado su espíritu competitivo. Uruguay es más y mejor equipo que Portugal. Por eso ha pasado y creo que esa sensación teníamos todos durante un partido que nos regaló dos goles prodigiosos del gran Cavani y en el que ¡ay! al eterno Muslera pareció llegarle la peste confundidora que tiene atacados a casi todos los porteros del Mundial.
       
En el mismo día de San Ladislao cayeron Messi y Cristiano para ser cuestionados en sus naciones. Creo que muy injustamente, pues ni Argentina se parece al Barça, ni Portugal al Real Madrid. Mejor no pongamos nombres. Más que nada por no señalar.