jueves, 12 de julio de 2018

Croacia

Sergio Kresic, el croata que adoramos cuando Croacia no existía

Francisco Javier Gómez Izquierdo

  El sorpresón del Mundial es Croacia. Las caídas de Alemania, Brasil... y España quizás nos pillaron desprevenidos, pero no desacostumbrados, pues no hay torneo importante en el que no tropiecen favoritos. El sorpresón más morrocotudo que haya dado el fútbol de alto nivel, conforme a mi parecer,  aconteció cuando Dinamarca ganó la Eurocopa del 92 sin clasificarse siquiera. Que aquel equipo mal preparado, conforme rezaban las crónicas, carecía de posibilidades nos lo quiso demostrar Laudrup, más importante entre los daneses que el Modric de hoy para los croatas, declinando ir al campeonato con lo cerca que queda Suecia de Dinamarca. Brian, el Ludrup chico, el bigotudo Vilfort, un Povlsen que anduvo por el Castilla y sobre todos Schmeichel senior, que le paró un penalty a ¡¡Van Basten!! en semifinales que es de lo que me acuerdo de aquel entonces, se plantaron en la final ante Alemania, la favorita de todo. Ganaron a Alemania y la Eurocopa primero ante el estupor y luego la complacencia de creo que de todo el mundo, menos de Alemania, claro está.
   
Como Dinamarca en el 92, Croacia estuvo a punto de no llegar a Rusia. La Federación, Suker mediante, imagino, tuvo que llamar a finales del año pasado a Zlatko Dalic, un entrenador desconocido -yo no tenía ni idea de su existencia- para enderezar el errático rumbo de la selección ajedrezada. Vi la ida de la repesca contra Grecia en otra calamitosa actuación de un portero y obviando la acreditada fiabilidad de Modric, Rakitic y Perisic, el  mejor me pareció Kalinic, el arisco delantero del Milán, al que el seleccionador mandó a casa por desobediencia, creo.
   
Sí. Croacia es equipo capaz de ganar a cualquiera, como, pongamos Méjico o si quieren Portugal, protagonista de la última sorpresa eurocopera, pero no la veíamos en una final, salvo que la Fortuna, como es el caso, se haga compañera. Ayer mismo, durante la primera hora, nos pareció que andaba con los motores –Modric y Rakitic- fatigados, casi gripados, pero mira por dónde, el lateral inglés Walker cayó en un ataque de soberbia incontrolado que le costó una tarjeta en la banda, revolucionándole el sistema nervioso y comportándose, a mi parecer, de manera muy extraña. El escorzo de Perisic en el empate hemos de apuntárselo a su calidad y listeza, pero Walker no estuvo lo atento que se debe estar y contribuyó a la cosecha de confianza que los croatas precisaban.
    No alcanzo a entender el bajón inglés y el despropósito en el que se enredó a partir del empate, pero lo cierto es que Inglaterra jugó el último cuarto de hora desquiciada en la esperanza de Kane sin sospechar que Mandzukic es un tipo mucho más duro, más alto y yo creo que más valiente que su delantero centro.

     En fin... Me duele comprobar las muchas opciones que teníamos de estar donde está hoy Croacia, selección inferior a la nuestra y con la que tendríamos que habernos visto en cuartos en el lado derecho de ese cuadro que se nos había puesto como dicen que se las ponían a Fernando VII. Pero claro, un servidor como muchos de ustedes pecamos de optimistas y es posible que no nos viniera mal un barniz de sensatez como el que tenía Laudrup en el 92.