sábado, 7 de julio de 2018

Bélgica y Francia. Final anticipada

Francisco Javier Gómez Izquierdo
       
Me parecen las cuatro mejores selecciones y me he preparado para disfrutar como burro en berzal, pero a las cuatro ha faltado Cavani y hoy Uruguay sin Cavani no es del todo Uruguay. Cavani es el guerrero que intimida y define con cabeza de fiera y arrojo suicida. Es un seguro al que buscan sus centrocampistas y en el que confían sus defensas. Es junto a Godín la tranquilidad de Uruguay. Sin él Uruguay pierde su bandera y bien que lo ha sabido ver Monsieur Deschamps, al que también le faltaba Matuidi, mi Matuidi, y ha preparado el partido sin exponer demasiado a Mbbappé, exigiendo a Griezmann su categoría... y le ha puesto muchas dosis de paciencia. Una paciencia cargada de sólidos principios tácticos: control del balón, no permitir subidas de los laterales Cáceres y Laxalt, buscar faltas cerca del área y sobre todo no perder el sitio.
      
A los que les suele entrar la modorra después de comer, imagino que se habrán quedado relochos porque la primera parte ha sido un continuo chocar, frenar y parar en falta sin que los porteros tuvieran que intervenir. En una de esas faltas buscadas por los franceses al borde del área y del descanso,  Griezmann, hoy el mejor de los “bleus” -¿quién habrá imaginado esa camiseta de hoy como apijamada de colegio menor antiguo?- ha dirigido, como un napoleoncín, un ejercicio coral en el área uruguaya con perfección asombrosa. El amague, el movimiento de Varanne a los centímetros cuadrados recién desocupados, el preciso lanzamiento, el ajustado remate con la sien... todo pareció extraordinario. De fábrica, pero extraordinario.
     
 Con el 1-0, Monsieur Deschamps ha seguido  administrando la paciencia con el control del balón -insuperables Kanté y Pogba, éste importante de verdad-  hasta que ha vuelto ese brote que empieza a parecer epidemia en las porterías. Tuve sospechas de los primeros síntomas en Muslera y creo que lo dejé puesto, pero uno no espera tan escandalosos errores en un Mundial. Menos, en Uruguay. Muy bien los charrúas. Excepto Muslera, por inexplicable, y Suárez por sus rabietas injustificadas que a nada bueno llevan.
     
Francia ha quedado a la espera del Brasil-Bélgica que nos han ofrecido otro espectáculo inolvidable con un Lukaku pisando protagonismo a Mbbappé, un Hazard exquisito y un De Bruyne que le ha enseñado a Neymar el recto proceder que suele tener la inteligencia domesticada. No me acaba de convencer la defensa belga, pero reconozco que el entrenador Roberto Martínez me ha ganado para su causa porque es su  selección la más alegre, la más artista y la  que más gusto da ver. Además su portero Courtois goza de buena salud, un detalle fundamental en este Mundial. Bélgica ha ganado interpretando las mejores versiones del contraataque, sistema para el que está perfectamente capacitada y aunque sólo uno ha acabado bien, la sensación de peligro cada vez que el poderoso Lukaku, el talentoso Hazard, hoy sublime, y el inteligente De Bruyne organizaban una emboscada, era demoledora. A Brasil le ha faltado Casemiro con el que es posible que no hubiera llegado el segundo gol, pero yo creo que le faltan mas cosas. El entrenador Tite, todo lo fía al desborde y disparo de sus hombres mas técnicos, pero a Neymar le ha tocado su compañero de equipo Meunier, a William lo ha quitado porque por allí andaba Fellaini en milagrosa multiplicación y Douglas Costa ha llegado tarde. Los medios no crean y alguno de sus defensas tienen un punto anárquico que va en el ADN.  ¡Ah, curioso el arrepentimiento espontáneo de Neymar el comediante, que ha encontrado en el VAR su Pepito Grillo!
     
Las cuatro selecciones de esta tarde me parecían las cuatro mejores del Mundial. Han pasado dos que debían jugar la final y pudiera ser que ninguna de las dos lo gane, pero la semifinal Francia-Bélgica con los colosos Lukaku-Mbbappé y sus escuderos de Bruyne-Hazard y Griezzman-Pogba promete mucho más que lo que pueda pasar en el otro lado del cuadro, allí donde debía estar España.