Tarde de expectación
José Ramón Márquez
Primera novillada de la temporada en Las Ventas. Tras el bochorno de la semana pasada, con el festival de orejas y el remoquete de la vuelta al ruedo a un toro que se marcó el infausto Presidente don Gonzalo Julián de Villa Parro (Gonzalo González de la Gonzalera para el vulgo), nos hemos tirado la semana entera deseando que la buena de doña R. le haya dado el repaso toledano que se merece el temerario de don Gonzalo por su manifiesta insensatez, a ver si la próxima vez que sus posaderas se instalen en el depauperado Palco se lo piensa dos veces o tres antes de ponerse a hacer lo que no debe.
Hoy se compraron los Domb et alt. seis de Fuente Ymbro todos negritos, dos de ellos con listón. El programa oficial, tal y como hace la Unión de Criadores de Toros de Lidia, propone como procedencia de los Ymbros la de Jandilla, qué merendiilla, pero realmente después de veintidós años en manos del gallardo ganadero don Ricardo Gallardo, lo mismo podíamos incluso ponernos a hablar ya de un encaste propio, cuestión de gallardía.
A la salida de los Ymbros precedió un minuto de silencio, que ya se va haciendo tradicional el minuto de silencio de los Ymbro. El año pasado fue por Manolo Cortés, y este año fue por Peralta. El año pasado fue la novillada de Fuente Ymbro una interesante corrida con variedad de comportamientos y este año también ha traído la divisa verde un encierro de buena presencia y buena nota, con diversidad de comportamientos y con diversidad de complicaciones. Alguno de los novillos estaba en la raya de los cuatro años, con ese rollo de los herraderos, y la verdad es que parece que los Fuente Ymbro vienen dando mejor resultado en novillo que en toro. En cuanto a lo de hoy, desde luego, no creo que haya queja en general por parte de los novilleros en cuanto al ganado que les han traído para sus respectivas performances.
Para esta primera novillada pusieron en los carteles los nombres de Jorge Isiegas, Carlos Ochoa y Ángel Téllez, de Madrid, nuevo en esta Plaza.
El primero de la tarde, Rebueno, número 123, la lió de salida, primero derribando con facilidad el penco sobre el que habitaba Francisco Javier Sánchez, y luego a base de perseguir a los peones, alcanzando certeramente a Jesús Montes cuando entraba al burladero y persiguiendo con fijeza hasta las tablas a quien osó clavarle garapullos en la espalda. Luego pareció como que el toro se aburrió al constatar que el trasteo que Isiegas le planteó estaba en las líneas del clásico déjà vu, llegando incluso a volver grupas ante la presencia de la muleta del aragonés. Entre medias Isiegas había dejado unos lances de exposición dando distancia al galope de Rebueno y un estético trincherazo en el que se transmutó en Curro Díaz.
El cuarto, Historiador, número 90, es el toro más interesante de la corrida, tanto por su aspecto como por su condición mansa y agresiva. Entró con violencia al arre sobre el que iba aposentado Óscar Bernal, le partió la vara de detener por la mitad y a punto estuvo de hacer besar al suelo a la caballería enfaldillada. Luego marcó una clara querencia a tablas hacia el 8. Con este toro Isiegas sacó raza y rabia y consiguió robarle muletazos emocionantes entre las rayas a base de no consentirle y de tragar, en un toreo muy macho a años luz de la afectación que nos rodea por todas partes casi todos los días. Como tantas veces hemos dicho, si el toro pone emoción, eso redunda en beneficio del torero que está enfrente. Isiegas saludó una merecida ovación y deja ganas de volver a verle.
A Carlos Ochoa la temporada otoño-invierno no le ha servido de nada, o acaso sí que le ha servido para profundizar en las trazas que nos anunció en su presentación en los madriles el pasado Otoño. Hoy nos ha dado otra ración de despatarre, de pata atrás, de cite ventajista y bullidor, de toreo despegadísimo a base del pico de la muleta, de inclinación lumbar al puro estilo del Innombrable de Velilla… Encima le tocaron en el sorteo dos toros de vaivén, de los que te llevan a pensar en qué harían con ellos los toreros buenos que uno ha visto, y eso hace resaltar aún más el abismo que hay entre la insulsa sucesión de pases de Ochoa y el toreo que las embestidas de Retama, número 133, y Flamante, número 143, demandaban. En total una ensalada de banderazos, telonazos, y una poco estética composición es el legado que nos deja Carlos Ochoa. El Presidente, don José Magán Alonso defendió con dignidad la seriedad de Madrid y no sacó el trapo blanco cuando algunos demandaron una oreja absolutamente inmerecida, lo cual no fue obstáculo para que Ochoa se pegase una vuelta al ruedo.
Y Téllez, Ángel Téllez. A él le tocó el toro más claro para la muleta de la corrida, el sexto. Atendía el Ymbro por Vivero, número 158. Ante la claridad de Vivero, Téllez planteó su tauromaquia primeramente al natural y luego por redondos en una labor larga en la que abundaron las consabidas triquiñuelas del neotoreo y esa hartazón de medios pases, poco o poquísimo mando, colocación defectuosa y, en general, todo lo que tiende hacia los pases rectilíneos ayunos de emoción y de vida. Estuvo mucho tiempo con el novillo, en un trasteo a menos, haciendo caso omiso del precepto de Baltasdar Gracián, y le tocaron dos avisos. A su primero, Heráldico, número 101, que también se dejaba, le recetó una buena estocada, que es lo más reseñable de su labor en esta tarde.
La oficina
Las triquiñuelas de los benhures
No entre aquí quien no sepa geometría