Ángel ignaciano
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
España y su Constitución están servidas: el marianismo ha calcetado el Presupuesto con los votos de los nacionalistas vascos, que son como los ángeles que quería San Ignacio, que para nada se ocupan de sí mismos, sino que se dedican totalmente al cuidado de la salud de los demás, y, aunque España debe más que Alemania en Versalles, con el arreglo de las pensiones vamos a poder almorzar todos a diario en los restaurantes de Deluxe Bilbao Henao.
¿Tan importante es el Presupuesto? En España, no. La República, aquel régimen tonto que disolvió a los jesuitas para echarlos de la enseñanza, pero que al quedar disueltos dejaban de ser jesuitas y ya podían enseñar, hizo un Presupuesto en cinco años: “Se le dio a la Generalidad un dinerito que apetecía, se aprobó una consignación para los escamots…”, arrancaba la reseña de nuestro cronista, rematada con esta media abelmontada:
–¡Oh, escamots: ahí van esas perrillas; gozad de ellas! Al fin, apenas habéis hecho más que la teatral intención de alzaros contra la Patria. Fútil delito.
Esto, en junio de 1935. En abril de 2018, y en feliz coincidencia con la primera “levantá” de almadrabas en Conil que inaugura la temporada del atún rojo, Rajoy ha subastado en la lonja de la Carrera de San Jerónimo la bacalada del 155, que es el “Joker” o comodín constitucional que se ha sacado de la manga el Konsenso soberano. (Para darnos cuenta del progreso jurídico, el viejo franquismo tenía que someterse por 3 meses a los artículos 35 del Fuero de los Españoles; 10, apartado 9, de la Ley de Régimen Jurídico de la Administración del Estado; y 25 de la Ley de Orden Público). Un estado de excepción, el 155, en salazón, es decir, “sine die”, caso único en el constitucionalismo mundial, y que se canjea a mano alzada por votos presupuestarios con los jefes de partido (¡los que cortan el bacalao!) cantando “no me mates con tomate, / mátame con bacalao...” (En gallego: “Non-o botes á remollo / qu’a min gústame salao”).
A gastar.