Rendición de Breda
Una sonrisa en el ojo de la mente
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Troitiño ha vuelto al centro comercial: esta vez, de compras, y con una sonrisa, lo cual habla bien de nuestra industria de la reinserción.
–Refleja la derrota de Eta –dijo el ministro Fernández de la sonrisa de la etarra Del Río.
Fernández es ministro de los guardias y contará con un cuerpo de psicólogos para interpretarle las muecas, pero por esa regla de tres la sonrisa del marqués de Espínola en “La rendición de Breda” reflejaría la derrota de la España de Felipe IV. Y tampoco es eso.
La sonrisa, en efecto, no pertenece a la familia de la risa, sino a la del llanto: es, se ha dicho, el principio del perdón. Espínola, pues, perdona a Nassau y Del Río perdona a Fernández, que no sabemos si ríe o llora.
–La sonrisa española corre a cargo de los pícaros y los bufones –tiene escrito mi ensayista.
Pícaros y bufones son los graciosos (siempre los más cuerdos) en la comedia española, mientras que en la tragedia inglesa (Shakespeare) esos graciosos son los locos, y de aquí, seguramente, surge ese malentendido tragicómico de gracias y de justicias que últimamente nos traemos con los etarras que se mueven como si fueran “erasmus” (erasmus de la sangre) entre Madrid y Londres.
Yo me he fijado en las sonrisas de Troitiño y Del Río y, desde luego, no me recuerdan nada a los fusileros de la Marina yanqui en su heroica retirada de Hungram, en la guerra de Corea, contada por Víctor de la Serna con prosa “macho y española”, que dijo Umbral, en el periódico del día.
–El universo occidental ha exhalado un enorme suspiro de alivio –arrancaba la crónica imborrable de aquella derrota–. Los fusileros de la Marina yanqui han llegado, con sus muertos al hombro y sus heridos en parihuelas, hasta el puerto de salvación...
Y nosotros ¿qué tenemos?
Una pareja taleguera de sonrisa etrusca (¡la derrota etarra!) y ese aire vago (y leninista, diría D’Ors) de adormecimiento bizco que da el haber gustado excesivamente de la sangre.